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Ex presidente de la Academia de Historia del Estado Zulia del pasado 28 de Enero del presente año en ocasión del Bicentenario del magno acontecimiento patrio.

«En la defensa olímpica
de los nativos fueros
tus hijos sus aceros
llevaron al confín;
ciñendo lauros múltiples
los viste, con arrobo
del Lago a Carabobo,
del Ávila a Junín;
y en Tarqui y Ayacucho
vibraron su clarín”

Elocuente e inspirado mentís dirigido a quienes de dudosa buena fe, niegan a la Provincia de Maracaibo su innegable participación en la magna gesta libertadora. Y hoy, por providencial coincidencia, los versos sexto y séptimo de esta bella estrofa que dicen: «los viste con arrobo del Lago a Carabobo» nos permiten precisar  la marcha del Zulia en su épico recorrido hacia el campo de la inmortal contienda, cuyo Bicentenario estamos celebrando.

Un poeta historiador y un músico jurista magistral, combinación de ellos en el sublime canto que evoca hazañas y avatares que ojalá, aunque sea una parte, pueda un modesto verbo narrar.

Se trata del magno acaecer de la provincia de Maracaibo,  el 28 de  Enero de 1.821.

El libertador después de la Batalla de Boyacá y creación de la Gran Colombia en 1.819, dirigió sus planes a libertar territorios y pueblos en poder español.

De Él son las palabras que siguen: «Mi proyecto ahora es tomar a Maracaibo a todo trance».

En esta perspectiva, el año siguiente inició su estrategia y teniendo su cuartel general en Cúcuta y San Cristóbal, ordenó invadir la capital Maracaibera por la Guajira, Perijá y río Zulia, pero sucedió que sus huestes fueron rechazadas una y otra vez, por las veteranas y aguerridas fuerzas con que España guarnecía la «Sultana del Lago»; sumándose a esto la pérdida de bongos y piraguas que en el puerto fluvial de El Gallinazo fueron capturadas por un presunto corsario  la víspera de zarpar, dejando  a seiscientos soldados sin poder transportarse hacia el norte para cumplir el apoyo programado.

La crónica de este fracaso se halla en los oficios de Bolívar dirigidos al vicepresidente Santander durante 1.820, en los que Maracaibo se menciona más de 15 veces.

Por supuesto, Bolívar conocía que los hijos del Lago mantenían una conspiración en favor de la independencia y que de seguro con estos compatriotas podía contar.

Empero,  por una carta dirigida al vicepresidente Santander, el 22 de noviembre del citado año  todo anunciaba el mal resultado de su expedición: «tampoco se ha tomado a Maracaibo porque nuestras tropas no se saben dónde están a punto fijo. Íbamos a hacer una expedición por la laguna y un infame canalla se ha dejado quitar los buques por un corsario en el puerto,  la víspera del embarque”.

El Padre de la Patria ante la desfavorable y difícil situación, razona y resuelve buscar acuerdo sobre el Armisticio y regularización de la guerra propuesta  por el General Don Pablo Morillo, cuya aceptación le permitiría, ganar el tiempo necesario para reorganizar su ejército con miras a una contienda final.   

En efecto, firma los tratados de Armisticio y regularizacion de la guerra  el 27 de noviembre de 1.820, y casi de inmediato encarga al General Rafael Urdaneta del mando supremo de la División de la Guardia. Le da instrucciones a éste sobre el apoyo a los revolucionarios  maracaiberos y viajan pronto hacia Bogotá.  

Urdaneta se las ingenia con sus coterráneos.  Les facilita 4000 pesos y moviliza sus efectivos hasta el litoral lacustre.  

Los conspiradores  falsifican la firma del Capitán General Miguel de La Torre y logran que el Gobernador Provincial Coronel Feliciano Montenegro y Colón, obedeciendo las fingidas órdenes, deje su despacho en la persona de su Segundo, Coronel Francisco Delgado, y con lo mejor de sus cuerpos militares se dirige hacia el centro del país.

Este último era criollo aunque muy estimado por su capacidad y realismo a favor de Fernando VII,  a pesar de ser muy querido hermano de Juan Evangelista y José María, también militares pero acérrimos adversarios de la colonia y activos agentes de la conspiración en identidad plena con la independencia Patria.

Mas la influencia insistente de parientes tan cercanos,  los recados traídos por emisarios de Urdaneta desde Trujillo, el amor a la tierra nativa, y por último, la mala reputación de su jefe Montenegro, dados los reiterados abusos en su vida pública y privada, hicieron reflexionar al Coronel Francisco Delgado.

Todo ello debió ser determinante en la decisión del virtuoso sustituto para cambiar y abrazar la santa causa.

Todo estaba preparado.  En la noche del 26 de enero, a bordo de 25 piraguas desembarcan en Punta Camacho 600 hombres al mando del Teniente Coronel Rafael de las Heras, quien a través del Alférez Tomás Vega hace entrega a la heroína María Dolores Moreno de Castro de un sobre con una moneda de santo y seña que ella debe remitir al Coronel Francisco Delgado.

El 27 se presentan en las Playas de los Puertos de Altagracia las tropas sacadas de Maracaibo bajo engaño, como queda dicho,  dispuestas a atravesar la agitada laguna para tomar las acostumbradas represalias de pasar a cuchillo poblaciones enteras,  siendo entonces necesario contenerlas, tal lo hace el incesante cañoneo del Bergantín “Pájaro Verde” comandado por el Teniente de Navío Pedro Lucas  Urribarrí  (Historia Naval de Venezuela por Francisco Alejandro Vargas, pag. 185).  

Mientras esto sucede, el Coronel Francisco Delgado, al saber que el auxilio militar se halla en La Rita, enarbola la bandera mirandina, hace tañer las campanas de los templos y convoca lleno de entusiasmo al pueblo sin distingo alguno.

Y en la sala consistorial de la calle derecha en la mañana del 28 de enero de de 1821 el muy Ilustre Ayuntamiento a nombre de la Provincia de Maracaibo proclamó la República Democrática Popular e Independiente, adhiriéndose a la vez a la Gran Colombia.

La única acta entre las de todas las naciones del continente americano que consagró en ella textualmente la frase “República Democrática”.   Por esto y por la fama de ser muy culta será que algunos llamaron a Maracaibo “La Atenas de América”.

Lo cierto fue que este trascendental suceso emocionó al Padre de la Patria en sumo grado motivándole el envío de vehementes felicitaciones a las autoridades y pueblo en general anunciándoles muy presto una visita y magnífica premonición sobre un triunfo cercano en la batalla de Ayacucho. 

La importancia política que él le atribuyera a tan magistral pronunciamiento, quedó demostrada al ordenar su publicación en el Correo del Orinoco que en efecto se cumplió en la edición No. 100 del sábado 7 de Abril de 1821.  (Se mostró copia del ejemplar indicado).

Todo transcurría en el mayor regocijo cuando se hizo pública la protesta del General La Torre quien denunciaba la flagrante violación del Armisticio y demandaba la inmediata devolución de Maracaibo.

En primer término le responde el General Rafael Urdaneta expresándole que esa era voluntad del pueblo y que si el oficial Heras había ocupado a Maracaibo, él lo había hecho sin órdenes superiores y bajo su absoluta responsabilidad.

Y como La Torre insistiera en sus juicios y requerimientos, el Libertador asume la defensa con argumentos jurídicos irrebatibles.   “Ya esta es una República, antes provincia que nos ha pedido protección y se la hemos dado. ¿Cuál norma de los tratados de Trujillo nos lo prohíbe?”

Entonces, al no haber entendimiento posible, hay que pensar en la reanudación  de la contienda y esto tendrá como fecha el 28 de abril de 1821.

El General Rafael Urdaneta había llegado a su tierra natal desde el mes de marzo y ya tiene organizadas sus unidades de marchas y combates.  Reforzó el Tiradores y formó un batallón con 900 maracaiberos casi imberbes y envió un escuadrón de caballería faltando solo el Rifles formado por nativos de varios lugares de Venezuela que vienen procedentes de Santa Marta.

Urdaneta emprende su marcha el día antes indicado, vía Quisiro, sosteniendo combates con grupos de guerrilla y cuerpos regulares a medida que su División avanza por difíciles y azarosos caminos y villorrios miserables.

De victoria en victoria llega a Coro derrotando y poniendo en fuga a sus opresores, siendo aclamados él y sus bravos combatientes por numerosos corianos liderizados por el Obispo Talavera y la valiente patriota Josefa Camejo.  

Sigue en su difícil itinerario heroico Urdaneta, siendo alcanzado en Pedregal por el Batallón Rifles que había incorporado en el Zulia varios voluntarios dispuestos a pelear y dar la vida por su amada patria.

En Carora, la fiebre con que salió el máximo prócer zuliano, la cual disimuló para mantener el ánimo de sus bravos combatientes, ahora llegó a los extremos de impedirle caminar o montar, situación que lo obliga a ceder el mando al Coronel Antonio Rangel, aunque en hamaca de hospital le acompañan,  hasta entrar victorioso a Barquisimeto. 

Aquí en la ciudad de los crepúsculos le hacen entrega de un oficio en el que El Libertador a través del Secretario de Guerra Coronel Pedro Briceño Méndez le manda dar “repetidas gracias por los importantes servicios que ha prestado usted a la República en esta campaña, libertando provincias que por su situación y recursos han sido los firmes apoyos de nuestros enemigos en las épocas anteriores.  En recompensa ha sido Ud. propuesto al Congreso  General para el ascenso a General en Jefe”. (San Carlos, Junio 11 de 1821)

Según las instrucciones del Libertador, los tropas comandadas por  el General Urdaneta se dividieron en dos secciones: una, compuesta por el Batallón Maracaibo al que se incorporará la columna de 550 hombres del Coronel Cruz Carrillo, quien comandará el conjunto de ambos cuerpos  y tendrá la misión de dirigirse a San Felipe contra las tropas del General Manuel Lorenzo y Juan Tello, en una operación de divertir y engañar al enemigo;  y la otra, compuesta por el Tiradores y el Rifles al mando del antes mencionado Coronel Antonio Rangel que se dirigirá a San Carlos, lugar de concentración de las unidades republicanas de donde partirán al encuentro definitivo.

Y el 24 de junio de 1821, el Libertador en persona conducirá las Divisiones de su Ejército al espléndido triunfo de la Batalla de Carabobo, la magna epopeya nacional, culminando la genial y heroica campaña.   

La Provincia de Maracaibo estuvo presente de comienzo a fin por su oportuna y magistral declaración como República Democrática Popular e Independiente que puso a disposición de la santa causa sus recursos materiales y humanos, adelantando el reinicio de la contienda como convenía a  la estrategia de Bolívar.

El triunfo del Batallón Maracaibo en San Felipe, y en el Pao sobre las tropas españolas comandadas por los Coroneles Manuel Lorenzo y Juan Tello fue determinante en la derrota de los realistas en Carabobo, tal lo recoge el Coronel José Félix Blanco en sus memorias  (Allí afirma que el Batallón Maracaibo fue determinante en el triunfo patriota de Carabobo por haber derrotado ochocientos soldados del Coronel Juan Tello en el Tinaco).

Y finalmente, en el propio Campo de Carabobo como lo hace constar en su parte de guerra, las dos compañías del Tiradores conducidas por el valiente Heras, permite al Bravos de Apure y a la Legión Británica  reorganizarse  con tal denuedo  que a pocos minutos las tropas del Rey comandadas por el propio Capitán General de España en Venezuela, Miguel de  La Torre huyeron en completa derrota. 

¡Oh,  Maracaibo, la del brillante y glorioso blasón! La de las cristalinas aguas donde nació el nombre de la inmortal Venezuela. 

La cuna del inédito guerrero alma de la Campaña Admirable, que libertó a Caracas y a la amada patria bajo la égida de Simón Bolívar, cuando dijo a éste: “si con dos hombres basta para libertar la Patria, presto estoy a acompañar a usted”.

La que Baralt llamó “Tierra del Sol Amada”, y Vázquez  “La Sultana del Lago”, donde el último Capitán General de España en Venezuela rindió sus armas y firmó la capitulación tras la Batalla Naval.

La que un día como hoy, su muy ilustre Ayuntamiento declaró su Independencia y se incorporó a la gran República creada en Angostura a orillas del Orinoco.  

Y hoy,  la Academia de Historia del Estado Zulia celebra el aniversario del 28 de enero de 1821 tras del cual, el General Urdaneta, con la juventud zuliana, como en la Campaña Admirable, irá esta vez a participar en la libertad  de Caracas cual nueva Jerusalén, que se hallaba en poder del imperio español desde hacía siete años cuando se perdió la Segunda República  en la Batalla de la Puerta el 15 de junio de 1814.

Este acontecimiento que engrandece la zulianidad es digno de aparecer como un día festivo en el calendario nacional para trascender a la posteridad ¡porque no hay patria chica como dicen algunos, ella es grandiosa  en cualquiera de sus latitudes!.

Basta recordar al Padre de la Patria cuando en carta del 2 de enero de 1822 dice a Joaquín Olmedo, el autor de “Canto a Junín” sobre cómo un pueblo debe hacer su revolución de independencia: “¡Maracaibo ha dado el ejemplo!”   Por eso no se equivoca quien afirma: “El 28 de enero de 1821 fue el preludio triunfal de Carabobo, ¡la excelsa epopeya nacional!

Y finalmente, a título de clamor y justísimo mandato:¡ La estrella del Zulia debe aparecer también en el tricolor de la Patria!

¡Dios, Patria y Zulianidad!

(final con nutridos y prolongados aplausos del público de pie)

     ALMIRANTE JOSE PRUDENCIO PADILLA (1784-1828)

 

 

¡Qué bueno que no me dejo influir!

Ludwig Wittgenstein (1889-1951)

 

              

              Definitivamente muy poco sabemos del pasado sin ir más allá del chisme y la ignorancia. Lo que pasó es el triunfo del olvido y los recuerdos son la pálida fotografía de una memoria diversa que los historiadores se disputan entre sí asumiendo la caducidad de la vida humana con prepotencia. La historia objetiva es sólo instrumental y filosófica, es decir, especulativa. Así que no hay que preocuparse mucho con resucitar un pasado que siempre es diverso y contradictorio.

               

                Las fábulas históricas son populares porque precisamente ningún dictamen tiene efectos probatorios y las eruditas historias, pesadas y aburridas, sólo atosigan de datos y hechos en su mayoría inventados. Por lo tanto, decir la verdad sobre un pasado que ya se fue es un acto metafísico: sólo nos quedan las conjeturas y la calidad del historiador con talento.

               

                Al estudiar sobre la Batalla Naval del Lago de Maracaibo del 24 de julio del año 1823 y que selló la victoria final del bando republicano sobre los realistas en nuestra Independencia (1810-1823) me encuentro que el héroe militar de esa refriega naval fue el neogranadino José Prudencio Padilla López (Riohacha, Virreinato de Nueva Granada, 19 de marzo de 1784 – Bogotá, Gran Colombia, 2 de octubre de 1828). A Padilla le sucede lo mismo que a Piar: son héroes malditos. La historiografía oficialista venezolana los condenó como expatriados de una memoria nacional y patriótica donde el epicentro de todo es el Mito Bolívar (1842).

 

                Además, ambos tienen cuatro cosas relevantes en común. Nacieron en el “extranjero”, uno en Curazao y el otro en Río Hacha, la actual Colombia; los dos fueron de la condición étnica de los pardos, un estigma social para la época; como militares fueron victoriosos y diestros como ninguno: Piar gana en la Batalla de San Félix del año 1817 que libera toda Guayana y permite a los republicanos cambiar el curso de la guerra a su favor mientras que Padilla lidera la flota republicana en la Batalla del Lago que derrotó a la escuadra realista del Almirante Ángel Laborde y permitió que el último Capitán General de Venezuela, el canario Francisco Tomás Morales accediera a capitular definitivamente en Maracaibo el 3 de agosto de 1823. Y el dato más resaltante de todos y controversial: ambos fueron mandados a fusilar por el mismo Bolívar por traidores, Piar en el año 1817 y Padilla en el año 1828.

               

                De Padilla casi nadie en Venezuela le conoce ni le interesa su espléndida hazaña. Y en el Zulia, dónde ocurrió el evento, muy poco. Apenas el nombre de un par de escuelas, un busto, probablemente ya robado ubicado en el Parque de la Marina y el nombre de un minúsculo municipio insular en la Isla de Toas. Hasta una popular avenida en Maracaibo que llevaba su nombre le fue arrebatado. En cambio, en Colombia hay una plaza en Rio Hacha con su estatua y una fragata de guerra lleva su nombre. Incluso la escuela Naval de los cadetes de la Armada en Colombia se llama Almirante Padilla.

               

                «Padilla fue finalmente fusilado el 2 de octubre de 1828 bajo el cargo de Traición a la Patria, acusado de participar en la Conspiración Septembrina. Bolívar decretó que sus retratos, medallas y condecoraciones fuesen destruidas, así como que su nombre fuese borrado de listas, registros, archivos y cualquier otro documento». Esto lo dice un Almirante colombiano en un trabajo de título provocador: “El asesinato judicial de un héroe”. Lo cual es cierto, pero no deja de ser un capítulo más de esa historia rencorosa que ha persistido en el tiempo entre venezolanos y colombianos. Colombia asume a Padilla mientras que Venezuela lo niega.

Dr. Angel Rafael Lombardi Boscán

Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ

@LOMBARDIBOSCAN

 Febrero 12 de 2018.  A sus 140 años.

El jueves 15 de febrero, a las 5 de la tarde, en el Centro de Arte de Maracaibo “Lía Bermúdez”, la Academia de Historia del Estado Zulia, el CAM-“L. B.” y el pueblo de Maracaibo, le redirán tributo a la Banda de Conciertos “Simón Bolívar”, la más antigua del Zulia, fundada el día 9 de febrero de 1878 por decreto del presidente del estado, general Bernardo Tinedo Velasco, al constituir la Escuela de Música en Especialidad de Banda dirigida por Franco Graciossi, proveniente de Italia. Por lo cual cumplirá 140 años de trayectoria histórica extraordinaria y plausible de manera ininterrumpida.   Así lo dio a conocer el profesor Jesús Ángel Semprún Parra, presidente de la Academia de Historia del Estado Zulia.

Continuó el declarante diciendo que, la Banda de Conciertos “Simón Bolívar” –– denominada así gracias a uno de sus directores el maestro Alberto Villasmil Romay, desde 1976–– está integrada por 70 músicos y dirigida en la actualidad por el Maestro Lucidio Quintero Simanca, desde el año de 1992, quien ganó el cargo por concurso, como un logro por primera vez obtenido en la institución. Agregó además que por su dilatada y fecunda trayectoria, la Asamblea Legislativa del estado Zulia la exaltó a Patrimonio Artístico Cultural de la región y le otorgó la Orden Rafael María Baralt.
También refirió el presidente de la Corporación Académica, que el actual director de la centenaria banda de conciertos, el Maestro Lucidio Quintero Simancas, es un destacado músico zuliano, como ejecutante del clarinete y el piano, así como docente del Conservatorio de Música “José Luis Paz”, compositor y arreglista, quien ingresó a la Banda de Conciertos “Simón Bolívar” en 1977, de la cual llegó a ser clarinete concertino; cumpliendo así 41 años como miembro y 26 años como director.  
Para finalizar informó el profesor Semprún, que para la tarde del jueves 15 del corriente, el programa se desarrollará con palabras de apertura del presidente de la Academia de Historia del Estado Zulia; discurso de orden a cargo del académico Dr. Rafael Molina Vílchez, médico, músico y compositor, conocedor de la historia musical del Zulia, quien disertará sobre la trayectoria histórica de la Banda de Conciertos “Simón Bolívar”, desde su fundación hasta el presente; entrega de un reconocimiento a la banda de conciertos por parte de los directivos de la Academia de Historia y cierre del evento con un concierto antológico del repertorio de la banda homenajeada, el cual promete ser único y sin precedentes para la memoria histórica de la ciudad de Maracaibo.
Concluyó el profesor Semprún, exhortando a estudiantes, músicos y público en general a que asistan a tan memorable homenaje.  El evento se desarrollará en la  Sala de Artes Escénicas del Centro de Arte de Maracaibo “Lía Bermúdez”,  las 5:00 p.m. La entrada será gratuita.
 
 
ORADOR DE ORDEN
Rafael Molina Vílchez  
 
Nació en Maracaibo el 12 de mayo de 1940. Médico cirujano (LUZ, 1963), profesor universitario, músico (cuatrista, guitarrista, compositor), folclorista, artista visual (pintor), lexicógrafo y escritor (ensayista). Médico humanista en la plenitud de la palabra. Doctor en ciencias médicas (LUZ, 1972) con estudios de posgrado en el hospital Broca, Universidad de París (1965) y en el Medical College of Georgia Eugene Talmadge Memorial Hospital, USA (1966), así como se le otorgó el Doctorado Honoris Causa por la Universidad del Zulia (2007). Esta distinción fue recibida junto con el  Prof. Roberto Romero. Fue becario docente durante dos años de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia y comenzó como instructor en 1967. Luego renunció voluntariamente debido a la subvaloración de su especialidad por las autoridades sanitarias del momento (director: Dr. Pedro Iturbe), las del Colegio de Médicos, las de la seccional no de la SOGV (presidente Dr. González Govea) y de la misma universidad, de cuyo Consejo de Facultad era miembro. En Maracaibo, en el hospital donde ejercía la docencia, mal llamado “general”, se fundó el posgrado de Medicina Familiar, negando los servicios de Obstetricia, Perinatología y Neonatología. Se le pidió permanecer hasta su jubilación haciendo solo consulta, habiéndose suspendido la creación del servicio de Obstetricia Ginecología y, con él,  la disponibilidad de pacientes como material docente, lo cual consideró que su renuncia era un imperativo ético. Fuera de la nómina de la Universidad, ha continuado siempre colaborando con pre y postgrado de hospitales de la región. Asimismo, diseñó como jefe de servicio el plan docente del postgrado del Hospital Manuel Noriega Trigo y lo presentó a la Universidad del Zulia. Por casi un año dictó un curso propedéutico pero, por reglamento de la institución, no siendo profesor “activo”,  no podía continuar como miembro del consejo académico. Aún así, su actividad docente fue diaria. Fue Residente de obstetricia y ginecología del hospital Chiquinquirá (1967-1974); jefe del servicio de obstetricia y ginecología del hospital General del Sur (1974-1984); médico especialista en obstetricia y ginecología del CR-3 de las Fuerzas Armadas de Cooperación (desde 1976). Profesor ordinario a medio tiempo en la cátedra de ginecología de la Universidad del Zulia (1967-1983); profesor de cuello uterino y colposcopia en el posgrado de obstetricia y ginecología del hospital Central (1979); profesor de semiología ginecológica en LUZ. Miembro activo de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Venezuela (desde 1973), incorporándose con el trabajo “Histología de la hemorragia endometrial anormal” (Rev. Obstet. Ginecol. Ven. 1973; 33:593-604), miembro de su junta directiva nacional (1980-1982), presidente de la seccional noroccidental (Zulia-Falcón, 1993-1995 y 1995-1997) de esa sociedad; miembro de varias sociedades científicas norteamericanas, miembro asociado de la Sociedad Médico-Quirúrgica del Zulia y miembro titular de la Academia de Medicina del estado Zulia (1995); miembro y presidente del Centro Zuliano de Historia de la Medicina en la primera etapa; miembro fundador de la Sociedad Venezolana de Endocrinología, Diabetes e Inmunología (1967); miembro activo de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología, así como miembro su Comité Científico del período 2005-2008, en representación de los países bolivarianos, miembro correspondiente (2014) y miembro de número (2-7-2015) de la Academia de Historia del estado Zulia, miembro fundador de la reinstalación Centro Zuliano de Historia de la Medicina (2015) y su presidente. Ha sido presidente del Colegio de Médicos del estado Zulia (1976-1978); director del Instituto Zuliano de la Cultura Andrés Eloy Blanco (1976-1979) y secretario de cultura del estado Zulia (1988-1989). Director, y conferencista de un 80% de los temas, de dos cursos de Patología de Cuello y Colposcopia, cada uno de al menos tres meses de duración (SOGV, seccional NO, con el aval del Colegio de Médicos y del CONICIT). Ha laborado en su especialidad de obstetricia y ginecología en los hospitales Universitario de Maracaibo, Chiquinquirá, General del Sur y Manuel Noriega Trigo, así como en las clínicas Falcón y San Luis. Escritor científico y humanístico, ha publicado numerosos artículos médicos en revistas especializadas del país y del extranjero; es coeditor de la Revista de Obstetricia y Ginecología de Venezuela y de la revista Investigación Clínica de Maracaibo, y juez revisador de trabajos para el Bulletin of Public Health de la Organización Mundial de la Salud. Ha conducido el programa Patrimonio en NCTV; fue miembro de la estudiantina de la Dirección de Cultura de LUZ; presidente de la Sociedad Zuliana de Conciertos de Maracaibo; pintor con varias exposiciones individuales y colectivas; compositor gaitero de amplio prestigio con temas como Pastora y Gavilanes, Los espantos, La Zulianita de Pradelio Angulo y otros, de valses, estampas antañonas, canciones, cantatas y otros géneros musicales. Miembro de la Asociación de Escritores del Zulia; director-fundador de la revista de literatura, arte e ideas Puerta de Agua (1988). Coautor de la cantata afroamericana Vazimba (1994), de la obra sinfónica coral Urdaneta, canto al héroe (1995) y de Alí, una canción irreverente (1996), todas con música del maestro Juan Belmonte. Ha participado en libros colectivos científicos  y humanísticos como Identidad regional (1997), primera publicación en forma de libro sobre el tema de la identidad cultural; prologuista y colaborador del libro colectivo Medicina del climaterio y la menopausia (1999). Mantiene inédito un monumental diccionario enciclopédico sobre el Zulia..

Lic. Iván José Salazar Zaíd

Miembro de Número de la Academia

de Historia del Estado Zulia

Recibido. Diciembre 2019

 

El Estado Zulia en los inicios de la era petrolera

 

         En el período comprendido entre las décadas de los años 10 y 20 del pasado siglo XX, existía en el Zulia una escasez de mano de obra en los sectores donde se estableció en 1914 la naciente industria petrolera, específicamente en la costa oriental del Lago de Maracaibo. Esta situación origino en la región una importación de mano de obra campesina que era explotada y sometida a un régimen similar a la esclavitud. En la disciplina laborar se les aplicaba azotes, cepos, etc., y eran prácticamente obligados a contraer una deuda de por vida con el patrono.

 

         Conscientes de esta situación, algunas autoridades locales, en su carácter de jefes civiles de los distritos petroleros del Estado Zulia, se decidieron a informar al presidente de la nación sobre la situación en que vivían los agricultores pobres en sus jurisdicciones. Calificaban de desastroso y tirano el trato que en todas las haciendas de la zona se daba a los peones jornaleros, a quienes los hacendados trataban como animales y esclavos. Enterado el gobierno sobre esto, decidió destituir a estos jefes civiles favoreciendo de esta manera a los explotadores de los campesinos (Linder, 2000: charla).

 

         Debido al maltrato recibido y a las condiciones de trabajo existentes en las haciendas, el campesinado vio en la naciente industria petrolera su tabla de salvación. Se produjo un éxodo de campesinos oriundos de oriente, los andes, Lara y Falcón hacia la costa oriental del lago. Brito (1973: 418), en unas estadísticas, nos indica que en el año 1916, emigraron hacia la zona petrolera la cantidad de 1.135 campesinos, el 15 % de ellos entró en la industria petrolera como obreros, un 37% ingreso en actividades suplementarias a la naciente industria, mientras que un 18% emigró a las ciudades, volviendo un 30% a su lugar de origen. Para 1921, la cifra de emigrantes campesinos ascendía a 3.360.  De este número, el 40% fue incorporado a la industria petrolera como obreros, el 30% en actividades complementarias, mientras que el 18% emigró a las grandes urbes, y el 12% regresó a sus lugares de origen. De la vecina isla de Trinidad fueron traídos alrededor de 3.000 negros antillanos contratados para supervisar y trasmitir órdenes de los Jefes de la Industria a los trabajadores venezolanos. Eran remunerados con uno o dos bolívares extras y se les instruía para que abusaran verbalmente de la masa obrera. De esta manera los trabajadores creían que sus enemigos eran los antillanos y no los blancos extranjeros.

 

         En el archivo histórico del Estado Zulia existen documentos que nos refieren que en 1926, algunos dueños de posesiones solicitaban el apoyo de las autoridades para evitar la fuga de peones de sus haciendas, debido a los mejores jornales que ofrecían las compañías petroleras. Por tal motivo se enviaban comisiones a los campos en búsqueda de los peones fugados que al ser localizados eran castigados “de acuerdo con el Código de Policía, es decir tres días de arresto que es lo que en estos casos establecía la ley” (A.H.Z., 1926: t.I-leg.I). Los dueños de las posesiones pretendían que las autoridades los castigaran con cepos o calabozo como lo habían hecho anteriormente otras autoridades.

 

         Entre las causas que motivaron la fuga de los peones para ir a buscar trabajo en las compañías petroleras se encontraban:

 

  • El mísero jornal que pagaban los hacendados de 3 bolívares diarios.

 

  • Una desnutrida y desbalanceada dieta alimenticia.

 

  • El maltrato que recibían por parte de los capataces y en oportunidades de los mismos dueños de las haciendas.

 

  • Los peones se quejaban de que mientras los productos de los dueños de haciendas (ganado en pie, queso, mantequilla, etc.) subían de precios y obtenían grandes ganancias, a ellos les seguían pagando el mismo sueldo (A.H.Z., ídem).

 

         Cabe destacar, que por influencia de las compañías petroleras, amparadas por la Ley de Expropiación por Causa de Utilidad Pública, y con el apoyo de los jefes civiles, a los campesinos que sembraban libremente en terrenos baldíos, con el propósito de obtener el sustento diario, se les perseguía y encarcelaba. Esta situación los obligó también a abandonar sus prácticas agrícolas de subsistencia y buscar empleo en las empresas petroleras (A.H.Z., 1926:t.I, leg.11).

 

         La decisión tomada por los campesinos de emigrar hacia los campos petroleros no implicaba que las condiciones de trabajo y de vida en las compañías petroleras eran mejores. Pero lo que si era obvio, es que la Venezuela agraria de aquellos tiempos era explotadora, represiva e inhumana, y no ofrecía a la mayor parte de los ciudadanos otra alternativa que no fuera la del llamado del oro negro. Es por esto, y por razones de orden económico, que se vieron como empujados hacia el camino que les ofrecía la industria petrolera como una posible solución a sus problemas, con la esperanza de poder trabajar como obreros libres asalariados. Sin embargo, se puede decir, que aunque las condiciones laborales y de subsistencia en las haciendas eran duras, no era menos cierto que las de los campos petroleros eran muy parecidas. La única pequeña diferencia radicaba en que en las haciendas, mientras que los salarios eran de 2 a 3 bolívares, en la industria petrolera eran de 4 a 5 bolívares diarios.

 

Primeros movimientos obreros petroleros en el estado Zulia

 

         En la etapa comprendida entre los años 1921 a 1925, la explotación del petróleo se intensificaba en el Zulia. A los campamentos petroleros afluían cada día más un gran número de obreros de todas clases y de muchos lugares, lo que generaba ciertas condiciones o situaciones excepcionales en la comunidad. Esto se debía más que todo a las variantes existentes en las culturas, costumbres, y manera de actuar de cada uno de los grupos de venezolanos que procedían de diferentes regiones del país. Por eso, los trabajadores, desde un principio, se empezaron a definir a ellos mismos como regionalistas de acuerdo a su lugar de procedencia: margariteños, andinos, larenses, zulianos, etc.

 

         El marcado regionalismo existente no les permitía a los obreros unirse en contra de los atropellos que cometía la industria petroleras, más bien mantenían entre ellos mismos diferencias de tipo costumbristas en sus relaciones laborales que se proyectaban y provocaban fricciones en la vida cotidiana de esos grupos que inicialmente ellos conformaron. La supuesta conciencia regional individualista trajo como consecuencia también una competencia y rivalidad en el trabajo, al querer probar con esto que los mejores en las labores que se les asignaban eran los de su región de origen. De esta situación se aprovechaban al máximo las autoridades de las compañías petroleras, acentuando las marcadas diferencias que existían entre ellos, para seguir de esa manera explotándolos al máximo.

 

           Para ese entonces, la situación de los obreros era tan crítica que el Ministro de Relaciones Interiores dictó una resolución, por disposición del Presidente de los Estados Unidos de Venezuela donde se comisionaba al ciudadano Rómulo Farías Nones, para que se trasladara el Estado Zulia, con el objeto de inspeccionar las condiciones en que se encontraban los obreros que trabajaban en los campos de explotación petrolera (A.H.Z., 1926: t.V, leg.I).

 

         La jerarquía de la sociedad de los campos petroleros funcionaba como una especie de sistema de casta. Estaba constituida principalmente por los jefes, supervisores, y técnicos anglo-holandeses-norteamericanos, luego le seguían los negros antillanos. Los líderes de las empresas petroleras que inicialmente eran europeos y posteriormente norteamericanos, reflejaron sus mentalidades en la construcción de los campamentos petroleros, ya que construyeron barreras físicas (cercados de alambre) que los mantuvieron separados de las poblaciones periféricas no petroleras, que nacieron o se acrecentaron con el establecimiento de la industria petrolera y conformadas por un grupo social desamparado por el gobierno de turno, además de que no recibían ninguno de los beneficios que ofrecían las petroleras.

        

         El panorama social que ofrecían estos campamentos petroleros, les permitió a los obreros reflexionar acerca de lo difícil que era la vida en  sus comienzos. Entre los grandes males que los envolvían se encontraban entre otros:

 

  • Jornadas de trabajo de 9 de la mañana a 9 de la noche.

 

  • Viviendas especie de “covachas” (bohíos fabricados de palmas y madera), sin servicios sanitarios mínimos.

 

  • Ausencia total de servicios médicos asistenciales.

 

  • Condiciones deplorables de insalubridad en el trabajo y en los campamentos.

 

  • Carencia de agua potable.

 

  • Proliferación de plagas transmisoras de enfermedades como el paludismo y malaria.

 

     En ese mismo orden de ideas, eran tan deprimentes e inhumanas las condiciones de trabajo de los obreros pioneros de la industria petrolera que debían diariamente atravesar intrincadas selvas plegadas de fieras, y otros tipos de alimañas como serpientes y mosquitos. Como medicamento, la compañía petrolera solo les otorgaba una pastilla diaria de quinina que servía como paliativo a las enfermedades provocadas por las picadas de mosquitos. Se veían en la imperiosa necesidad de beber el agua insalubre del lago de Maracaibo. No contaban con sitios recreacionales o de entretenimientos salvo los expendios de bebidas alcohólicas y lupanares ubicados en las afueras del campamento, donde acudían en las noches supuestamente para aliviar sus penas. En ese entonces, ningún familiar (Padres, abuelos, tíos, hermanos, etc.), tenía derecho a vivir con el trabajador e inclusive tenían prohibido el acceso a los campamentos, solamente estaban autorizados los obreros para habitar las viviendas que se les asignaban, primeramente como solteros y posteriormente se les permitió habitar con su esposa (o concubina) e hijos legalmente reconocidos. (Severeyn, 1994: entrevista). Por último cabe destacar que los campamentos eran cercados con alambres de púas y con vigilancia policial, muy semejante a los campos de concentración.

 

     La discriminación social, las deplorables condiciones de trabajo, la política de opresión y explotación permanente mantenida por las empresas petroleras  desde el inicio de la explotación del oro negro y que cercenaba las justas aspiraciones del obrero petrolero, fueron los factores esenciales que contribuyeron a que fueran desarrollando una conciencia de clase, que trajo a su vez una serie de conflictos laborales y descontentos, que con el transcurrir del tiempo dieron origen a los sindicatos de obreros y empleados petroleros, y a los primeros movimientos obreros y huelgas en la industria petrolera establecida en el Estado Zulia.

 

     En esos tiempos, el panorama ofrecía una ola de rebeldía y se presentaban algunos que otros pequeños conflictos de escasa duración, pero que dieron como resultado el despido o la expulsión a su lugar de origen de todo obrero que tuviese madera de líder, con el propósito de atemorizar al resto de los trabajadores. Dado a la situación reinante, los obreros expulsados se las ingeniaban cambiando sus nombres para poder solicitar trabajo en otros campos petroleros. Igualmente, estos señores difundían sus experiencias anteriores y poco a poco fueron estableciendo una mayor comunicación entre los diferentes campamentos, disminuyendo el aislamiento que existía entre ellos, y al mismo tiempo que tomaban conciencia de su explotación, se convertían en  una clase obrera sin ideas de orden regionalista que los dividiera. De esta manera, la visión de su mundo fue sufriendo las transformaciones esenciales que les permitieron ver que el enemigo no eran sus propios compañeros sino el patrono.

 

     En el proceso de toma de conciencia ayudaron algunos trabajadores extranjeros al tanto de la situación laboral y condiciones de vida de los obreros. Muchos de los antillanos originarios de Trinidad a pesar de haber sido utilizados por las compañías para parecer ante los ojos de los obreros como sus enemigos narraban sus experiencias laborales obtenidas en sus viajes por todo el mundo. Para los trabajadores locales eran muy significativas las noticias procedentes del mundo exterior, ya que Venezuela para ese entonces se encontraba casi incomunicada con el resto del mundo y en especial los nacientes campamentos petroleros. Cabe destacar, que para ese entonces, el país estaba sometido por su Presidente, General Juan Vicente Gómez a una dictadura férrea que brindaba todo su apoyo a las transnacionales.

 

      También jugaron un papel muy importante en este proceso algunos empleados extranjeros, como Domingo Mariani, mecánico y soldador de la Refinería de petróleo de San Lorenzo, quien fue el primero en manifestarle a los obreros venezolanos la necesidad que tenían de unirse y crear un organismo que les permitiera agremiarse para poder luchar unidos por mejores reivindicaciones laborales, económicas y sociales (Salazar, 1996:78).

 

      En el campo de Mene Grande algunos perforadores de origen norteamericano, también aportaron sus experiencias y conocimientos, al dar a conocer sus ideas políticas revolucionarias traídas de otras partes del mundo, permitiéndole a los obreros con esto, orientarse en cuanto a la lucha que debían emprender (Salazar, ídem).

 

     Antes de producirse la primera huelga petrolera ya el gobierno de turno tenía conocimiento pleno sobre la llegada clandestina de extranjeros que tenían como objetivo adoctrinar a la masa obrera, para que se organizaran e iniciaran sus luchas por mejores reivindicaciones. En ese sentido, el Presidente del Estado Zulia, empezó a tomar las medidas necesarias al caso, por lo que inmediatamente solicitó a las autoridades locales una nómina de los extranjeros que se encontrasen en los distritos petroleros para investigarlos y los que pudieran considerarse como “individuos peligrosos para el orden y la tranquilidad social” proceder a extraditarlos como disidentes comunistas (A.H.Z., 1926: t.I, leg.I).

 

Primer movimiento obrero petrolera en el Estado Zulia

 

     Esta primera huelga petrolera de trabajadores petroleros se fraguo en el año 1925. Fue patrocinada y dirigida por Augusto Malavé, convirtiéndose de esta manera en el pionero del movimiento obrero petrolero venezolano y a quien Jesús Prieto Soto describe como un “hombre de estatura baja, rechoncho, de cara indiada y ojos pequeños, creador de proscenio improvisado sobre calones de balancines británicos, en el patio de la Caribbean Petroleum Company del campo Mene Grande, líder autentico del proletariado que se atrevió a retar a la temida dictadura del Presidente Juan Vicente Gómez y a la poderosa compañía cuando apenas se daba inicio a la construcción en Mene Grande del primer campamento petrolero de Venezuela” (Prieto, 1975:78).

 

     La huelga se fraguó en medio de las noches, entre los trabajadores de San Lorenzo y Mene Grande que viajaban en un carromato de rieles que recorría a diario la vía existente entre estas dos población. A pesar que estos señores tenían que empujar por largo trecho la pesada máquina y regresar en la madrugada a su sitio de trabajo, los obreros oían emocionados las palabras elocuentes del fogonero Augusto Malavé (Prieto, ídem).

 

     Los motivos de este primer movimiento obrero petrolero fueron suficientemente explicados en capítulos anteriores. El veterano luchador sindical,  Pantaleón García Salazar, (1982: 16 y 17), en su obra sobre la historia del movimiento sindical en el Estado Zulia, afirma que, para el momento de la huelga, 40 trabajadores redactaron una carta con una serie de peticiones, donde se establecía un aumento de sueldo de diez bolívares diarios, atención médica y vivienda. Los obreros decidieron que el paro sería hasta que fueran satisfechas sus demandas. La empresa petrolera, en vista de la situación reinante, optó por enfrentar a los obreros con las autoridades policiales, con el propósito de hacerlos volver a su sitio de trabajo, pero los trabajadores en huelga al hablar con los policías lograron ponerlos de su parte. Esta situación obligó a la compañía a llegar a un arreglo que consistió en:

 

  • Una hora menos de trabajo (de 10 am a 9 pm).
  • Aumento de sueldo mínimo de cuatro a cinco bolívares diarios.
  • Un médico (pero sin aportar medicinas).
  • Estudiar el problema de la vivienda.

 

     En definitiva, la huelga duró doce días, volviendo a su sitio de trabajo todos los trabajadores pero con la promesa de que la empresa cumpliría con las demás peticiones.

 

     Esta primera huelga petrolera, permitió que los trabajadores comprendieran la necesidad de agremiarse y luchar sin temores contra los defensores de las compañías petroleras para así poder lograr sus justas aspiraciones. Lo lamentable de esta huelga fue el encarcelamiento y despido de algunos trabajadores y la desaparición de otros como el caso del propio Augusto Malavé quien fue puesto preso. Pasados varios días fue visto cuando lo embarcaban en una goleta que lo trasladó por las aguas del Lago de Maracaibo hacía un rumbo desconocido, puesto que no se supo más nada de su persona (Garcés, 1996: entrevista). Mientras sucedía esto, los trabajadores despedidos por la empresa también se vieron en la necesidad de cambiarse su aspecto físico y sus nombres, para tratar de esa manera conseguir trabajo en otros campos petroleros, ya que los nombres de cada uno de ellos estaban reseñados en lo que llamaban la “Lista Negra” la cual era transmitida al resto de las compañías asentadas en la región, con el propósito de evitar que estos señores fuesen contratados por alguna de ellas. A partir de este hecho. Se puede decir entonces que los obreros de los campamentos petroleros dejaron marcada una huella en la historia del movimiento obrero petrolero en Venezuela, por haber sido escenario del primer gesto reivindicativo de este tipo a nivel nacional.

 

Fundación de los sindicatos de obreros y empleados petroleros en el Zulia

 

     Partiendo del año 1925 hasta llegar a 1936,  en los campos petroleros se mantuvo la ola de rebeldía ante el patrón inhumano. Aún existían una serie de factores que motivaron otros conflictos laborales. Las condiciones estaban dadas para iniciar los trámites que conllevaron a la creación de los sindicatos. “Los obreros petroleros, luego de haber vencido los obstáculos que contribuyeron a su desarrollo y madurez en estas luchas, logran fundar sus sindicatos en el año 1936”. (García, ob. cit).

    

     A pesar de las medidas represivas policiales y los controles tomados por el fallecido gobernante y que continuaron con el Presidente entrante, General Eleazar López Contreras, para controlar la entrada de extranjeros con ideas comunista al país, no pudieron evitar que estos señores se infiltraran clandestinamente entre los trabajadores petroleros, para ayudarlos en la fundación de sus sindicatos. En el mes de enero de 1936, aprovechándose del cambio de gobierno, el partido comunista en la clandestinidad ordena a sus miembros activos a organizar a los obreros petroleros en todo el Estado Zulia, con el fin de planificar y crear los sindicatos petroleros. De esta manera, la influencia marxista predominó en la fase formal, por medio de su doctrina y literatura en la constitución de todos los sindicatos que se fueron creando en las poblaciones petroleras del Zulia: Maracaibo, Cabimas, Lagunillas, Mene Grande, San Lorenzo, Bachaquero, etc. (Salazar, 2001:19).

 

     Los sindicatos se constituyeron en esa época en medio de la resistencia contra las políticas laborales agresivas y represivas de las compañías petroleras, pero principalmente en lo que se refería a la cuestión de los salarios y las jornadas de trabajo. De esta manera, se convirtieron en los ejes de la organización de la clase obrera petrolera.

 

     Es importante destacar, que para la década de los años 30, del pasado siglo XX, ya se notaba dentro de nuestra política nacional del trabajo una influencia filosófico-económica de origen marxista, sobre todo en lo concerniente a la teoría de luchas de clases. Esa filosofía, estaba infiltrándose y era adoptada por nuestras sociedades obreras a través de un adoctrinamiento basado en información obtenida de segunda, de tercera y hasta de cuarta mano, por lo que la mayoría de las personas que sostenían o apoyaban dicha teoría lo hacían en ese entonces sin un conocimiento pleno de su origen, de un modo vago y diluido (New York Times, 1941:1). Esta realidad, se pudo observar en algunos documentos de la época donde los obreros manifestaban que su lucha era más que todo de orden social y económico, por lo tanto no querían aceptar que esta se politizara (Salazar, ob. Cit.: 31).

 

La gran huelga petrolera de 1936-1937        

 

     Con la creación de los sindicatos petroleros, los trabajadores comenzaron a organizar una huelga general en la industria petrolera. Este conflicto que ya era a nivel nacional, se constituyó en una gran lucha por las reivindicaciones económicas y sociales, el rescate de la identidad nacional y para acabar de una vez por todas con el fantasma de la dictadura gomecista, soportada durante 27 años.

 

     Los trabajadores petróleos tenían sobrados motivos para luchar contra el criminal despotismo, que quería mantener el nuevo gobierno. La razón esencial de este conflicto se debió en gran parte a los hechos ocurridos en el campo de Mene Grande, el día 24 de junio de 1936, cuando en el cine “San Felipe” de la localidad, se llevaba a cabo una asamblea sindical, que decretó un paro conocido como la huelga de junio, en contra de una rechazada “Ley de Defensa Social”, creada con el único propósito de frenar todas las manifestaciones populares. La referida Ley fue introducida al Congreso Nacional por un grupo de adictos al gobierno y su título real era “Ley para Garantizar el Orden Público y el Ejercicio de los Derechos Individuales”. El comando o dirección de la mencionada huelga estaba centralizado en la población de Mene Grande, pero el sindicato de San Lorenzo acató sus directrices, dándole un apoyo total e incondicional al movimiento. Al atardecer una de las autoridades policiales que se encontraban bajo la influencia alcohólica irrumpió de manera violenta y ordenó a su tropa asaltar la asamblea sindical que se celebraba en el referido cine. El fuego cerrado de fusilería tronó en el recinto que estaba para el momento totalmente lleno de trabajadores, lo que trajo como consecuencia que lamentablemente murieran asesinados algunos obreros., que pasaron a ser los primeros mártires de las luchas obreras petroleras en Venezuela.

 

     Tan deplorable hecho, dio pie a que los trabajadores organizados llegaran a la heroica huelga petrolera de 1936-1937, que se mantuvo por 45 días, corriendo los trabajadores el riesgo de que si se perdía el movimiento de masas se irían todos los logros anteriores al suelo, pero si se ganaba, el movimiento popular recibiría nuevos impulsos para recuperar su antigua fuerza y poder enfrentarse de esa manera a las pretensiones del nuevo gobierno.

 

     Inspirados en sus mártires y motivados por la emoción efervescente del movimiento sindical y las medidas represivas puestas en práctica por el gobierno de López Contreras, los dirigentes obreros decidieron reunirse en el mes de agosto de 1936, en el campo de San Lorenzo, con el propósito de discutir la creación de un organismo que uniera a todos los sindicatos petroleros existentes en todo el país. Todos los dirigentes estuvieron de acuerdo con la idea. Esto permitió que se constituyera lo que se llamó la “Unión Sindical Petrolera (U.S.P.)” (García, ob.cit: 18). De la conformación de este organismo surgió un pliego de peticiones que contenía las cláusulas siguientes:

 

  • Aumento de sueldo con un salario mínimo de 10,oo bolívares diarios.
  • Reconocimiento de los sindicatos como defensa de los trabajadores y a su Jefe de Reclamos.
  • Reenganche de los trabajadores despedidos en la huelga anterior.
  • Suministro de agua potable y hielo.
  • Servicios médicos y medicinas.
  • Suministro de vivienda para todos los trabajadores.
  • Pago de los salarios retenidos por participación en la huelga.
  • Jornada de trabajo de 8 horas diarias.
  • Trato decente por los jefes y caporales.

 

                   Al inicio de la discusión del pliego de peticiones, las compañías en forma descarada apenas si ofrecían el hielo, porque el agua según la gerencia, debían tomarla bien sea de las calderas o del lago. Esta actitud tan inhumana indignó aún más a los trabajadores y lógicamente esto impidió llegar a un entendimiento entre ambas partes (Nehru, ob.cit.:256).

 

                   La cerrada intransigencia, el descaro y la arrogancia patronal, así como también la complicidad manifiesta de las autoridades gubernamentales obligó a los trabajadores a girar instrucciones precisas de preparación de la huelga y resolvieron introducir los pliegos pero ya con carácter conflictivo. Fue así como se dio el grito de huelga el 14 de diciembre de 1936. Todos los trabajadores petroleros del Zulia y Falcón pararon .totalmente la industria petrolera llenos de entusiasmo, ocupando cada uno de los sindicatos sus puestos de combate.

 

                   La huelga marchó muy organizada a pesar que las condiciones ambientales y sanitarias existentes en los refugios de los trabajadores eran deplorables. El problema de la alimentación para ellos y sus familiares se resolvió gracias a la organización de un comité de abastecimiento que cumplió con su función a cabalidad. “Fueron muchas las personas que colaboraron de una u otra manera. En ese sentido, los agricultores facilitaron todo tipo de cultivos, igual lo hicieron los pescadores. Todo tipo de ayuda llegaba a los sindicatos y a los refugios” (Severeyn, ídem”). Esta forma de organizarse fue lo que permitió que la huelga trascurriera disciplinadamente y cada trabajador cumplió con los deberes que les fueron asignados.

 

                   Algunos sindicalistas supuestamente eran los que comandaban la huelga pero estratégicamente la huelga era dirigida secretamente por la directiva titular. De esta manera aparentaban estar desligados totalmente de sus responsabilidades, pero esto era con el propósito de evitar que les aplicaran cargos según la tristemente famosa “Ley para Garantizar el Orden Público”, evitando de esta manera que el conflicto quedara sin los cerebros que la dirigían. “La huelga concluyó a raíz de un decreto dictado el 22 de enero de 1937, por el Ejecutivo Nacional, donde se ordenaba el reingreso al trabajo o de lo contrario serían aplicadas fuertes sanciones. Según el decreto se les concedía el aumento de un bolívar a los trabajadores que ganaban de 7 a 9 bolívares diarios. Los trabajadores que no tenían vivienda también obtuvieron un bolívar de aumento adicional. La empresa quedaba obligada a dotar de agua fría a los centros de trabajo y a los marinos. Las mismas reivindicaciones fueron logradas para los ayudantes de cocina que ganaban un salario de 100 bolívares mensuales” (Nehru, ídem).

 

                        Los dirigentes del conflicto decidieron acatar a duras penas el decreto, pero bajo una fuerte y enérgica protesta pública, ordenando de inmediato un repliegue de fuerzas con el fin de evitar el desmoronamiento de las organizaciones de masas y así poder conservar muy en alto la moral combativa para futuras jornadas de lucha proletaria. Las medidas que tomaron estos dirigentes del conflicto fueron las más acertadas y el tiempo les dio la razón, puesto que para el momento del decreto las condiciones no estaban dadas para convertir el movimiento de corte económico y social  al orden de lo político, en el caso de que hubiesen decidido oponerse al referido decreto. Sin embargo se puede decir que la huelga de 1936-1937 fue un éxito si se toman en cuenta los aspectos siguientes:

 

  1. Fue la huelga petrolera de mayor duración, importancia y cohesión que haya tenido el movimiento obrero venezolano hasta el presente.
  2. Se destacaron y se formaron una cantidad considerable de dirigentes natos.
  3. Los trabajadores legaron a las generaciones futuras el derecho a huelga y a crear organismos de tipo gremial y político.
  4. Se logró que por primera vez los trabajadores petroleros pudieron firmar un contrato con las compañías petroleras.
  5. Como consecuencia de este conflicto surgieron una serie de cambios en el orden de lo económico, lo político, lo social, y lo laboral en la región zuliana y en toda Venezuela.
  6. Las consecuencias en general de sus acciones, de sus actitudes y de su sentir democrático y nacionalista se pueden palpar actualmente en muchos aspectos de la cotidianidad del venezolano.
  7. Se destacó la resistencia ofrecida por los trabajadores, su bien planificada organización y el elevado espíritu de unión y hermandad.
  8. Quedó manifiesto un gran deseo de superar una época de maltratos e injusticias por parte de los dirigentes de las compañías petroleras y del mismo gobierno, lo cual era una constante en sus vidas.
  9. Las empresas petroleras se vieron obligadas a darle un cambio radical a su política laboral.
  10. Se da inicio a la construcción de viviendas dignas para el trabajador petrolero, además de instalaciones educativas, de servicios médicos, deportivas, centros culturales y clubes sociales y deportivos.
  11. Por último, se puede decir, que a partir de estos hechos, fue cuando los trabajadores se pudieron incorporar a la vida activa del quehacer diario de la nación y se echaron las bases del régimen democrático, que a pesar de sus muchas fallas, aún existe en nuestro sistema de gobierno

 

 FUENTES BIBLIOGRAFICAS

 

FUENTES PRIMARIAS (Documentos del Acervo y Archivo Histórico del Edo Zulia)

 

A.H.Z. Tomo I, legajo N° I. Perijá, 2 de marzo de 1926.

           Ídem   Tomo I, legajo N° 2. Sanidad Nacional, 9 de 1926.

_____  Tomo I  legajo N° 13, Maracaibo, 23 de septiembre de 1926.

_____  Tomo I  legajo N° 11, Ministerio de Relaciones Interiores s/f.

_____ Tomo III, legajo N° 19, Santa Rita, 9 de septiembre de 1926.

_____ Tomo IV, legajo N° 32, Maracaibo, o4 de diciembre de 1926.

          _____ Tomo  V, legajo N° 1, Caracas, 11 de febrero de 1926

 

         FUENTES SECUNDARIAS (Libros)

 

  • Aguilera, Delfín. Venezuela 1900, ediciones del Congreso de la República, Caracas, 1974.

 

  • Brito Figueroa, Federico. Historia Económica y Social de Venezuela, t. II. Universidad Central de Venezuela, Edición de la Biblioteca, Caracas, 1973.

 

  • De la Plaza, Salvador. El Petróleo en la Vida Venezolana. Editorial Pensamiento Vivo, Apuntes de Geografía Económica de Venezuela, Caracas, 1962.

 

  • Fuenmayor, Juan Bautista. Historia de Venezuela Política Contemporánea: 1899-1969,

 

  • García Salazar, Pantaleón. Historia del Movimiento Sindical en el Zulia, Maracaibo, septiembre de 1982.

 

  • Godio, Julio. El Movimiento Obrero Venezolano 1850-1944, Editorial El Ateneo de Caracas, ILDIS, Colección M.O.L.A.C., serie Movimiento Obrero, 1980.

 

  • Matos Romero Manuel. El problema Petrolero en Venezuela, Editorial Bolívar, Caracas, 1938.

 

  • Nehru Tennassee, Paul. Venezuela los Obreros Petroleros y la Lucha por la Democracia, EFIP-Editorial Popular s.a,, Madrid –Caracas, 1979.

 

  • Prieto Soto, Jesús. El Chorro Gracia o Maldición, Universidad del Zulia, Editorial Universitaria, Maracaibo, 1975.

 

  • Quintero, Rodolfo. Hacia el Renacimiento Obrero en Venezuela, Universidad Central de Venezuela, Colección Libros, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, División de Publicaciones, Caracas, 1980.

 

  • Salazar Zaíd Iván José. Historia de Dos Pueblos de Agua: San Timoteo y San Lorenzo, Colección Zuliana N° 11 del SERBILUZ, Universidad del Zulia, Gráfica Chirinos, Maracaibo, 1996.

 

  • Salazar Zaíd Iván José. La Huelga Petrolera de 1936-1937 -Compilación Documental-, Colección V Centenario del Lago de Maracaibo, Acervo Histórico del Estado Zulia, Biblioteca Temas del Zulia, Ars Gráfica s.a. Maracaibo, 2001.

 

 

FUENTES HEMEROGRÁFICAS (Periódicos, revistas, voletínes y otros).

 

  • Cámara de Diputados de los Estados Unidos de Venezuela. Diario de Debates -1937- Mes II-Caracas, 3 de junio de 1937, num.22, nota N° 43, t.I.

 

  • Compañero. Publicación mensual N° 2-4, mayo 1975, Caracas, articulo: El Sindicato.

 

  • New York Times. New York, 2 de noviembre de 1941, primera pág.

    

ENTREVISTAS Y CHARLAS

 

  • Garcés, José. (Veterano trabajador jubilado, pionero de la industria petrolera). Realizada en su casa de habitación, en la Urbanización “La Pomona”, Maracaibo, febrero 2003.

 

  • Linder, Peter. Charla .Dictada en el Centro de Estudios Históricos, de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, Maracaibo, 2000.

 

  • Severeyn, Moisés. (Veterano trabajador jubilado de la industria petrolera). Entrevista. Realizada en su casa de habitación, en el campo petrolero San Lorenzo, Municipio Baralt, Estado Zulia, .enero 2003

 

La historia es el olvido. Relatos desde una amnesia colectiva que solo el Poder es capaz de rescatar algo, sólo algo, y para un usufructo vil como memoria domesticada. El mito y la fábula son más poderosos. Sí esto es así la historia es una variante de la literatura que se ufana de una consistencia científica que en realidad carece. Me acabo de topar con ésta cita imperdible de Carlos Fuentes: «La Historia es ficción, la realidad es apócrifa, el Nuevo Testamento fue escrito por Julio Verne». Sólo bastaría agregar, para completar todo un curso de Teoría y Metodología de la Historia, que la historia es el historiador. 
 
Las versiones al uso sobre la Independencia Hispanoamericana (1750-1830) tienen a dos súper héroes: Bolívar y San Martín, acompañados por una “Liga de la Justicia” a los cuales han hecho llamar: los próceres. Bolívar, fue El Libertador; y San Martín, El Protector. Esta manía por apodar y sobredimensionar las muy limitadas capacidades humanas se sigue manteniendo hasta el presente. 
 
Desde las nuevas nacionalidades a partir de 1830, en realidad una balcanización territorial engorrosa, hecha a la medida de los nuevos colonialistas ingleses y estadounidenses, nuestra memoria quedó en blanco. Ni indios, ni negros, ni españoles, sólo un “pequeño género humano” (Bolívar, Carta de Jamaica, 1815). La criollización de nuestra nueva identidad surgió desde la duda y el rencor. El igualitarismo se proclamó alrededor de leyes que los mismos poderosos se encargaban de pisotear. El caudillismo nos definió y hundió a la vez en un atraso político mediocre. Agréguele, la vertiente militarista actual, como derivado de una nación que se hizo desde los campamentos y tropelías. 
 
La Independencia fue un triunfo militar. Hasta ahí. Luego no hay más logros en la continuidad del tiempo. España fue negada e ignorada. Los tres siglos coloniales formaban parte de una leyenda negra; y Bolívar, “el luminoso”, siendo aristócrata y civil, se transfigura en militar y reformador social. Sólo que los contemporáneos de Bolívar, y básicamente sus más queridos aliados como Páez y Santander, lo negarían por completo. Hasta que ya muerto en 1830, su recuerdo fue rescatado en 1842. En el caso venezolano, nuestros militares han cobrado, fuerte y duro, desde hace doscientos años, el haber inventado que la “libertad nacional” se la debemos a ellos. 
 
En realidad el padre de la nueva patria americana es Napoleón Bonaparte (1769-1821). Seguimos estudiando las causas de la Independencia continental desde unas apreciaciones equivocadas. Haciendo descansar las principales interpretaciones desde una ideología de Estado. Bolívar no hubiese existido sí Napoleón Bonaparte y sus ejércitos no hubiesen invadido España y Portugal en el año 1808 llevando al cautiverio a sus dos reyes borbónicos: Carlos IV y Fernando VII. España, la Metrópoli, se desvaneció. Y los súbditos en América, la inmensa mayoría feliz con la dominación hispánica, no supieron cómo reaccionar ante un cambio tan drástico y radical. Es bueno advertir, que Napoleón Bonaparte, y esto forma parte de las ironías de la historia, fue un tirano más que contraviene el título de éste ensayo. 
 
Hay historiadores marginales, en realidad los más originales y de valía, que han sostenido la tesis que nuestra Independencia tiene que ser explicada y entendida no desde el descontento americano, algo que ya Michael P. McKinley (“Caracas antes de la independencia”, 1993) y otros han comprobado, sino como un proceso basado en la conflictividad geopolítica de las grandes potencias europeas de ese entonces, básicamente Francia e Inglaterra. Así tenemos que el corolario a las Guerras Napoleónicas (1799-1815) será la pretensión de Inglaterra de reinar sobre los despojos coloniales de España y Portugal en ultramar, muy especialmente, los territorios americanos. Mientras Francia es una potencia militar terrestre; los ingleses basan su poderío en el dominio de los océanos y mares. Su ventaja comercial con el apoyo marítimo será su principal sostenedor. 
 
No obstante, como Maquiavelo y muchos geniales observadores de la política realista explican: el enemigo de hoy puede ser mañana mi mejor aliado. Inglaterra apoyó a Francisco de Miranda a invadir los territorios del Caribe español en 1806 así como ella misma lo intentó hacer ese mismo año sobre Buenos Aires. El expediente de la rivalidad inglesa y española tenemos que rastrearla hasta los tiempos de Felipe II y la Armada Invencible en 1588. Francia, desde los Pactos de Familia (1733-1789), fue una estrecha aliada de España. Recordemos que estaban emparentados por la Casa de Borbón. Todo esto cambió cuando estalló la Revolución Francesa (1789) y sobre las cenizas del terror se encumbró Napoleón Bonaparte haciendo que el juego de alianzas se pusiera de cabezas. Ya en ese entonces a Inglaterra no le interesaba revolucionar los dominios españoles en América porque hizo de la “neutralidad” ante las sublevaciones americanas a partir de 1810, su nueva política oficial. Esto explica la fallida misión diplomática de Bolívar, López Méndez y Andrés Bello en Londres luego del 5 de Julio de 1811 y la reticencia inglesa a darles el reconocimiento y ayuda militar que solicitaron. Ya todo cambiaría después de la Batalla de Waterloo en 1815 donde Napoleón fue definitivamente derrotado y las sublevaciones en América se estaban produciendo desde una conflictividad endógena muy cruel, sobretodo, en el escenario venezolano a partir de la Declaración de la Guerra a Muerte (1812). 
 
Así tenemos que el catalizador “social” de todo el proceso emancipador hispanoamericano fue Napoleón Bonaparte como derivación de la Revolución Francesa iniciada en 1789 y que llevó a la guillotina al monarca Luis XVI. Esta perspectiva es más justa y centrada que la dominante al uso que nos habla de un descontento generalizado de una población colonial privada de sus derechos y con ansias de libertad hacia un modelo de sociedad abierta republicano. Y además, hay otro aspecto prácticamente censurado en nuestros libros escolares de historia patria y nacional, que es la Independencia de España entre los años 1808 y 1814. Un conflicto de “liberación nacional” donde el pueblo español se levantó contra el invasor francés y que Benito Pérez Galdós (1843-1920) se encargó de mitologizar de la misma forma como aquí hizo Eduardo Blanco (1838-1812) con su “Venezuela Heroica” (1881). 
 
España como potencia colonial, como Estado Monárquico, fue indiferente al destino o bienestar de sus súbditos americanos, en realidad, su principal preocupación fue saquear sus tesoros y explotar a sus habitantes originarios junto a los esclavos negros traídos por la fuerza desde África como mano de obra indispensable. Y no es que los españoles hayan sido unos monstruos, sino que esa era la lógica del comportamiento de todas las potencias europeas para la época del despliegue capitalista sobre una dinámica mundial luego de 1492. Otro asunto fueron los problemas de consciencia de raíz moral, teológica y filosófica que surgieron en torno a la Iglesia católica y el proceso de Evangelización que produjo intensos debates entre quienes abogaban por un trato humanitario a los indígenas (Las Casas, 1474-1566) y quienes fueron partidarios de su esclavitud (Sepúlveda, 1490-1573).
 
En realidad los tres siglos coloniales fueron autárquicos. El inmenso océano, la rusticidad de los transportes de navegación y terrestres así como la inmensidad de la geografía americana hicieron de España una Metrópoli prácticamente ausente de América. Es por ello que la verdadera dominación derivó de los descendientes de los primeros colonizadores, los llamados blancos criollos, paradójicamente, al final, los artífices de la misma Independencia. 
 
Así tenemos que la historia es un proceso multilineal muy complejo, donde sus muchas partes, se imbrican de una forma caótica, proclive a una confusión feroz. Por eso la historia son las muchas historias y sólo la pericia y sensatez nos pueden ayudar a obtener una comprensión más serena y plural, más amplia y justa, aunque siempre imperfecta.   
 
La historia es el olvido. Relatos desde una amnesia colectiva que solo el Poder es capaz de rescatar algo, sólo algo, y para un usufructo vil como memoria domesticada. El mito y la fábula son más poderosos. Sí esto es así la historia es una variante de la literatura que se ufana de una consistencia científica que en realidad carece. Me acabo de topar con ésta cita imperdible de Carlos Fuentes: «La Historia es ficción, la realidad es apócrifa, el Nuevo Testamento fue escrito por Julio Verne». Sólo bastaría agregar, para completar todo un curso de Teoría y Metodología de la Historia, que la historia es el historiador. 
 
Las versiones al uso sobre la Independencia Hispanoamericana (1750-1830) tienen a dos súper héroes: Bolívar y San Martín, acompañados por una “Liga de la Justicia” a los cuales han hecho llamar: los próceres. Bolívar, fue El Libertador; y San Martín, El Protector. Esta manía por apodar y sobredimensionar las muy limitadas capacidades humanas se sigue manteniendo hasta el presente. 
 
Desde las nuevas nacionalidades a partir de 1830, en realidad una balcanización territorial engorrosa, hecha a la medida de los nuevos colonialistas ingleses y estadounidenses, nuestra memoria quedó en blanco. Ni indios, ni negros, ni españoles, sólo un “pequeño género humano” (Bolívar, Carta de Jamaica, 1815). La criollización de nuestra nueva identidad surgió desde la duda y el rencor. El igualitarismo se proclamó alrededor de leyes que los mismos poderosos se encargaban de pisotear. El caudillismo nos definió y hundió a la vez en un atraso político mediocre. Agréguele, la vertiente militarista actual, como derivado de una nación que se hizo desde los campamentos y tropelías. 
 
La Independencia fue un triunfo militar. Hasta ahí. Luego no hay más logros en la continuidad del tiempo. España fue negada e ignorada. Los tres siglos coloniales formaban parte de una leyenda negra; y Bolívar, “el luminoso”, siendo aristócrata y civil, se transfigura en militar y reformador social. Sólo que los contemporáneos de Bolívar, y básicamente sus más queridos aliados como Páez y Santander, lo negarían por completo. Hasta que ya muerto en 1830, su recuerdo fue rescatado en 1842. En el caso venezolano, nuestros militares han cobrado, fuerte y duro, desde hace doscientos años, el haber inventado que la “libertad nacional” se la debemos a ellos. 
 
En realidad el padre de la nueva patria americana es Napoleón Bonaparte (1769-1821). Seguimos estudiando las causas de la Independencia continental desde unas apreciaciones equivocadas. Haciendo descansar las principales interpretaciones desde una ideología de Estado. Bolívar no hubiese existido sí Napoleón Bonaparte y sus ejércitos no hubiesen invadido España y Portugal en el año 1808 llevando al cautiverio a sus dos reyes borbónicos: Carlos IV y Fernando VII. España, la Metrópoli, se desvaneció. Y los súbditos en América, la inmensa mayoría feliz con la dominación hispánica, no supieron cómo reaccionar ante un cambio tan drástico y radical. Es bueno advertir, que Napoleón Bonaparte, y esto forma parte de las ironías de la historia, fue un tirano más que contraviene el título de éste ensayo. 
 
Hay historiadores marginales, en realidad los más originales y de valía, que han sostenido la tesis que nuestra Independencia tiene que ser explicada y entendida no desde el descontento americano, algo que ya Michael P. McKinley (“Caracas antes de la independencia”, 1993) y otros han comprobado, sino como un proceso basado en la conflictividad geopolítica de las grandes potencias europeas de ese entonces, básicamente Francia e Inglaterra. Así tenemos que el corolario a las Guerras Napoleónicas (1799-1815) será la pretensión de Inglaterra de reinar sobre los despojos coloniales de España y Portugal en ultramar, muy especialmente, los territorios americanos. Mientras Francia es una potencia militar terrestre; los ingleses basan su poderío en el dominio de los océanos y mares. Su ventaja comercial con el apoyo marítimo será su principal sostenedor. 
 
No obstante, como Maquiavelo y muchos geniales observadores de la política realista explican: el enemigo de hoy puede ser mañana mi mejor aliado. Inglaterra apoyó a Francisco de Miranda a invadir los territorios del Caribe español en 1806 así como ella misma lo intentó hacer ese mismo año sobre Buenos Aires. El expediente de la rivalidad inglesa y española tenemos que rastrearla hasta los tiempos de Felipe II y la Armada Invencible en 1588. Francia, desde los Pactos de Familia (1733-1789), fue una estrecha aliada de España. Recordemos que estaban emparentados por la Casa de Borbón. Todo esto cambió cuando estalló la Revolución Francesa (1789) y sobre las cenizas del terror se encumbró Napoleón Bonaparte haciendo que el juego de alianzas se pusiera de cabezas. Ya en ese entonces a Inglaterra no le interesaba revolucionar los dominios españoles en América porque hizo de la “neutralidad” ante las sublevaciones americanas a partir de 1810, su nueva política oficial. Esto explica la fallida misión diplomática de Bolívar, López Méndez y Andrés Bello en Londres luego del 5 de Julio de 1811 y la reticencia inglesa a darles el reconocimiento y ayuda militar que solicitaron. Ya todo cambiaría después de la Batalla de Waterloo en 1815 donde Napoleón fue definitivamente derrotado y las sublevaciones en América se estaban produciendo desde una conflictividad endógena muy cruel, sobretodo, en el escenario venezolano a partir de la Declaración de la Guerra a Muerte (1812). 
 
Así tenemos que el catalizador “social” de todo el proceso emancipador hispanoamericano fue Napoleón Bonaparte como derivación de la Revolución Francesa iniciada en 1789 y que llevó a la guillotina al monarca Luis XVI. Esta perspectiva es más justa y centrada que la dominante al uso que nos habla de un descontento generalizado de una población colonial privada de sus derechos y con ansias de libertad hacia un modelo de sociedad abierta republicano. Y además, hay otro aspecto prácticamente censurado en nuestros libros escolares de historia patria y nacional, que es la Independencia de España entre los años 1808 y 1814. Un conflicto de “liberación nacional” donde el pueblo español se levantó contra el invasor francés y que Benito Pérez Galdós (1843-1920) se encargó de mitologizar de la misma forma como aquí hizo Eduardo Blanco (1838-1912) con su “Venezuela Heroica” (1881). 
 
España como potencia colonial, como Estado Monárquico, fue indiferente al destino o bienestar de sus súbditos americanos, en realidad, su principal preocupación fue saquear sus tesoros y explotar a sus habitantes originarios junto a los esclavos negros traídos por la fuerza desde África como mano de obra indispensable. Y no es que los españoles hayan sido unos monstruos, sino que esa era la lógica del comportamiento de todas las potencias europeas para la época del despliegue capitalista sobre una dinámica mundial luego de 1492. Otro asunto fueron los problemas de consciencia de raíz moral, teológica y filosófica que surgieron en torno a la Iglesia católica y el proceso de Evangelización que produjo intensos debates entre quienes abogaban por un trato humanitario a los indígenas (Las Casas, 1474-1566) y quienes fueron partidarios de su esclavitud (Sepúlveda, 1490-1573).
 
En realidad los tres siglos coloniales fueron autárquicos. El inmenso océano, la rusticidad de los transportes de navegación y terrestres así como la inmensidad de la geografía americana hicieron de España una Metrópoli prácticamente ausente de América. Es por ello que la verdadera dominación derivó de los descendientes de los primeros colonizadores, los llamados blancos criollos, paradójicamente, al final, los artífices de la misma Independencia. 
 
Así tenemos que la historia es un proceso multilineal muy complejo, donde sus muchas partes, se imbrican de una forma caótica, proclive a una confusión feroz. Por eso la historia son las muchas historias y sólo la pericia y sensatez nos pueden ayudar a obtener una comprensión más serena y plural, más amplia y justa, aunque siempre imperfecta.   
 
Dr. Angel Rafael Lombardi Boscán
Miembro Correspondiente de la AHEZ
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ
Correo: eljuegodeloscaballos2009@gmail.com
 

La Batalla por Europa.

 Autor. Ángel Lombardi Boscán.

Recibido: Noviembre 2019 

“La guerra es un homicidio en gran escala, disfrazado de una suerte de culto sagrado, como el sacrificio al dios Baal”.

Igino Giordani, (1894-1980)

                El principal derivado de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fueron los 8.500.000 de víctimas de una tragedia que marcó la conciencia y memoria de unos europeos demasiado acostumbrados a la matanza desde tiempos inmemoriales, algo común, por cierto, desde la Biblia para acá.

                Todo acabó por la fatiga. Tanto es así que los vencedores, Francia, Inglaterra, Italia y los Estados Unidos, tampoco tuvieron ánimos de conquistar Berlín, sede y cerebro de la maquinaria de guerra germánica celosa del colonialismo terrófago y oceánico de sus vecinos. Alemania, la principal potencia industrial de la época, se rinde no por causas económicas, étnicas o políticas como sí fue el caso del hundimiento de la Rusia zarista en el año 1917 con la toma del poder de los bolcheviques, se rinde porque militarmente fue derrotada. «Las causas militares, y solo ellas, fueron las determinantes. El alto mando temía la ruptura del frente de un día a otro. La firma del armisticio corroboró la derrota, pero permitió evitar el completo desastre». Esto lo ha manifestado Pierre Renouvin (1893-1974), historiador francés en un libro clásico sobre el tema en cuestión.

                Alemania perdió 1.800.000 hombres y todas sus conquistas tanto en el frente oriental como el occidental tuvieron que ser devueltas a los vencedores. Se dice tradicionalmente que mantener dos frentes de guerra abiertos fue la principal causa de la derrota alemana. Visto en perspectiva hoy ya no me parece que ésta cuestión haya sido tan determinante. El ejército alemán terminó por derrotar tanto al ruso como al francés e inglés ya que trasladó las principales batallas dentro de los territorios de sus enemigos. Incluso, Hitler en su libro “Mi Lucha” (1925) arguyó que de volver Alemania a una guerra en Europa bajo su liderazgo no se volvería abrir dos frentes de batalla a la vez, algo que, por cierto, tampoco respetó. Y no lo hizo porque la fiebre de la victoria nubla cualquier análisis objetivo.

                Lo que no pudieron hacer Erich Ludendorff (1865-1937) y Paul von Hindenburg (1847-1934), principales estrategas de Alemania, fue quebrar la resistencia final de la Triple Entente estando París y Moscú cerca y a la vez muy lejanas. Una guerra de trincheras sin gloria basada en el desgaste de cargas a la bayoneta suicidas y que las balas de las ametralladoras aplastaban hicieron idear nuevas armas y tácticas de lucha. El avión apareció y empezó su valorización, aunque el poder de fuego era apenas rudimentario; su utilidad mayor fue como medio esencial de reconocimiento en la retaguardia de los enemigos. En cambio, la aparición de las armaduras andantes, de los tanques y blindados, revolucionó todas las formas tradicionales en que se venía considerando la lucha terrestre, aunque su auge explosivo tendrá que esperar hasta la Blitzkrieg en Polonia en el año 1939. Las batallas náuticas entre acorazados y destructores apenas se produjeron por el temor mutuo a una destrucción asegurada. Sólo en Jutlandia, en el Mar del Norte, hubo una gran confrontación entre alemanes e ingleses de resultado incierto. El dominio de los mares siempre fue de Inglaterra, de hecho, su predominio mundial lo fue gestando a través de la hegemonía de la Royal Navy sobre todos sus principales competidores luego de su determinante triunfo en la Guerra anglo-española (1585-1604) cuando la Armada Invencible de Felipe II (1527-1598), emperador de España, intentó invadir Inglaterra y fracasó. Desde entonces toda la geopolítica inglesa se soportó en el control mercantil y militar de todos los océanos del mundo.

                De hecho, la estrategia de Londres para contribuir a la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial fue la de imponer el «Bloqueo Continental» buscando asfixiar el esfuerzo de la retaguardia alemana en manos de los civiles trabajadores en fábricas y campos. Algo parecido, aunque al revés, intentó Napoleón Bonaparte (1769-1821) luego del fracaso en Trafalgar en 1805 que impidió otro asalto a las islas británicas. El Alto mando alemán ante la superioridad naviera de Inglaterra respondió con la guerra submarina. Estos lobos del mar causaron grandes pérdidas al tonelaje aliado y también de los neutrales, siendo uno de los motivos esgrimidos por el Presidente Wilson para justificar el ingreso de los Estados Unidos en la guerra a partir del año 1917. El estado mayor de la marina alemana estimó en el año 1916 que si sus U-Boot podían hundir 600.000 toneladas mensuales podrían estrangular la economía inglesa, previsión ésta imposible de alcanzar por las nuevas medidas defensivas de los convoyes cada vez mejor preparados para repeler los ataques por sorpresa de los submarinos.

                La Primera Guerra Mundial, paradójicamente, no resolvió los asuntos pendientes de sus principales instigadores. El tema nacionalista junto con el ardor patriótico siguió inflamando los orgullos heridos y estropeados de poblaciones enteras que no se resignaron a morir en vano, aunque esto haya sido en realidad lo que les pasó. Los vencedores, básicamente Inglaterra y Francia, aunque sobretodo Francia, hicieron de la Paz una venganza pactada que la Sociedad de Naciones, la antecesora de la Organización de las Naciones Unidas, nunca pudo garantizar sin sobresaltos. Los Estados Unidos, así como intervinieron fugazmente, y con efectos decisivos, volvió a su tradicional política aislacionista: Europa aún no le interesaba como espacio para concretar su Destino Manifiesto. Su prioridad, hasta ese entonces, siempre lo fue su «patio trasero» caribeño y latinoamericano.

                Con la Primera Guerra Mundial el imperio Austro-Húngaro desapareció. Y el imperio Otomano quedó diezmado propiciando las revueltas árabes en el Medio Oriente monitoreadas a través de agentes ingleses como el cinematográfico Lawrence de Arabia (1888-1935) inmortalizado en una película del inglés David Lean (1908-1991). Italia logró estar al lado de los vencedores, pero sus disputas territoriales con los austro-húngaros diríamos que fueron domésticas, ambos ejércitos fueron mucho más modestos con relación a los principales contendientes. Aun así, hay en éste tema algo que me afecta en lo personal: y es que en la Batalla de Capporeto, en los meses últimos del año 1917, se enfrentaron el ejército austro-alemán y el italiano, siendo uno de los mayores desastres militares italianos en toda la guerra. En esa sangrienta y estúpida batalla murió a la edad de 18 años el hermano mayor de mí abuelo paterno, de nombre Ángelo, que a su vez le puso a mí padre el mismo nombre como homenaje del hermano caído. Acostumbrados como estamos a «leer» historia como sí lo ocurrido sea una asepsia indolora, hay que referir que ese dolor de una existencia fugaz como el viento (Eclesiastés) no logra ser abatido por consideraciones nacionalistas de ninguna índole.

 

                Por estos días ayudaba a mí hijo de 13 años, Alejandro Rafael, con una tarea en la materia de Historia de Segundo Año de Bachillerato que llevaba como título “La Patria como recompensa” que hacía alusión al nacimiento de Venezuela luego de la disolución de la Gran Colombia en el año 1830 con el consiguiente desastre que representó la deriva autoritaria y anárquica del caudillismo destructor iniciado por José Antonio Páez y haciendo de nuestro siglo XIX un siglo perdido. El enfoque de la escuela no sólo es pernicioso sino completamente manipulador. En nombre del patriotismo los grandes crímenes nacionales se encubren y glorifican.

                No hay duda que las guerras contradicen el proyecto humano y que quienes las han padecido han transitado el infierno sin necesidad de que Dante Alighieri (1265-1321) se los recree en la «Divina Comedia». El infierno son los hombres y sus maldades, y, sobre todo, los dirigentes políticos y líderes nacionales o corporativos que juegan con sus intereses sacrificando la vida de sus dirigidos como si se tratara de objetos inanimados. Si no existiera el bien, el mal sería algo irrelevante. Así que lo del Armisticio, la Paz y el Tratado de Versalles en el año 1919 sólo fue una tregua entre naciones que se batieron a muerte haciendo del odio la manera privilegiada de relacionarse. A propósito de esto último, y es otra digresión, acabo de terminar de ver: “Hatfields & McCoys” (2012), una miniserie de tres capítulos bajo los auspicios de History Channel sobre dos familias rivales de West Virginia y Kentucky durante y después del fin de la Guerra Civil Americana (1861-1865) que se dedicaron a exterminarse sin pausa y con mucho odio haciendo del rencor una forma de vida sustentada en la destrucción más implacable y denodada bajo supuestos del honor mancillado y el cobro de la justicia por sus propias manos. Lo terrible de todo esto es que no es ficción: pasó en la vida real, y sigue pasando en sociedades invertebradas como la venezolana actual.

                Volviendo a nuestro tema de la Primera Guerra Mundial hay un dato curioso que revela Renouvin y que nos toca a nosotros los “rebeldes primitivos” (Eric Hosbawn, 1917-2012) latinoamericanos con relación a los escarceos diplomáticos de Alemania respecto a México para invitarle a participar en la conflagración como aliado de las Potencias Centrales prometiéndoles recuperar todo el territorio perdido en manos de los Estados Unidos. Nos estamos refiriendo al 55% del territorio de los mejicanos. Ya Alemania había intentado para esa misma época, en el periodo gomecista, negociar la isla de Margarita nuestra como apostadero naval en el Caribe. Recordemos que sí bien Venezuela se mantuvo neutral en la Primera Guerra Mundial y el petróleo nuestro empezó a ser explotado por ingleses y estadounidenses, el tirano Gómez fue germanófilo. Los países en una guerra multidinámica y con tantos frentes de batallas abiertos a la vez procuraban involucrar a los países neutrales a su respectiva alianza. Este aspecto remarca lo de guerra mundial a pesar de que todo el epicentro del conflicto estuvo concentrado en Europa.

                Japón, desde el año 1905, cuando la Guerra Ruso-japonesa, se hizo notar en todo el frente amplio asiático y rivalizó no sólo con los rusos sino con el muy debilitado gigante chino al que no dejó de invadir y diezmar. Japón empezó a desarrollar bajo el ímpetu militarista y nacionalista toda una geopolítica de conquista en la zona que le llevaría finalmente en el extenso Pacífico a exigir el cumplimiento de su particular Destino Manifiesto. Desde el año 1898, bajo el impacto de las Reformas Meiji, se inició un proceso de occidentalización acelerado para alienarse con las principales potencias del mundo en capacidad de fuego y conquista.

                El año 2018 se cumplieron cien años del fin de la Primera Guerra Mundial simbolizado por el abrazo de Macron y Merkel. Si bien el gesto se agradece y es un avance histórico importante ya que la paz no tiene sustituto, esas mismas naciones, Francia y Alemania, se dedicaron a desollarse entre sí. No creo que éste abrazo les cause mucha gracia a los millones de parientes que hoy sobreviven a sus muertos, y que, en muchos casos, aun les lloran. Las guerras deberían erradicarse completamente y hacer de la Paz Universal un hecho real e indeclinable. Immanuel Kant en 1795 proponía la utopía de la “paz perpetua” entre las naciones del orbe. Hoy, luego de más de 200 años, la guerra sigue más viva que nunca. Para evitar las guerras sólo bastaría erradicar a los ejércitos y la producción de las armas. Así de sencillo. Como por cierto hizo el socialdemócrata José Figueres Ferrer (1906-1990) en el caso de Costa Rica en el año 1948 bajo el siguiente postulado: “No quiero un ejército de soldados, sino de educadores». Y desde Europa y los países “avanzados” de la Tierra nos llaman a los latinoamericanos pueblos primitivos. La paradoja es la sustancia de la vida y de la historia.

                Según Pierre Renouvin, autor que ya no está en la dimensión de los vivos, aunque inmortal por sus ideas y pensamientos, y con quien hemos estado dialogando provechosamente desde una postura hermenéutica abierta y sin censores, la Primera Guerra Mundial arrojó esta importante conclusión: el ascenso de dos nuevos poderes mundiales, la URSS y los Estados Unidos. El declive de Francia, Inglaterra, la Europa de los descubrimientos y del capitalismo global, se concretaría unos años después con otra guerra, aún más cruel y mortífera, entre los años 1939 y 1945. La URSS y los Estados Unidos terminarían ganando la “Batalla por Europa” e impusieron las condiciones de los que mandan por la fuerza a través de la bomba atómica y sus ejércitos delineando la geopolítica mundial de toda la segunda mitad del siglo XX e incluso hasta la misma actualidad. Esto no nos debe sorprender ya que es lo usual en la política de bandidaje internacional entre las naciones. Sólo que los vencedores son capaces de mutar el mal en bien, y sólo basta un ejemplo terrible de esto: Hiroshima y Nagasaki.

Dr. Angel Rafael Lombardi Boscán
Miembro Correspondiente de la AHEZ
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ
Correo: eljuegodeloscaballos2009@gmail.com
 

Dr. Eumenes Josué Fuguet Borregales

Miembro Correspondiente AHEZ

Recibido Diciembre de 2019

Entregada su vida y su fortuna por entero, con desprendimiento y nobleza, tras combatir por largos años al imperio español anclado en tierras americanas por más de trescientos años, Bolívar, quien liberó casi cinco millones de kilómetros cuadrados convertidos en un manojo de seis naciones libres; repudiado por muchos de sus compañeros de lucha, maltrecho física y moralmente, gracias a las diligencias del Gral. Mariano Montilla, comandante militar del Magdalena, debió ser trasladado en el navío Manuel, desde el puerto de Sabanilla, cerca de Barranquilla hasta Santa Marta, a la hacienda de San Pedro Alejandrino, ubicada a cinco kilómetros de la ciudad, propiedad de Don Joaquín de Mier y Benítez, a culminar su terrenal existencia.

Don Joaquín de Mier nacido en Cádiz el 15 de abril de 1787, llegó a Cartagena en 1791 y a Santa Marta en 1802. La hacienda-ingenio de San Pedro Alejandrino fue establecida en 1608, día de San Pedro de Alejandría por Francisco de Godoy y Cortesía, canónigo de la catedral de Sta. Marta, bajo el nombre de “La Florida de San Pedro Alejandrino”, en memoria al fraile español Pedro Godoy.

El sitio histórico conocido actualmente como “El Santuario de la Patria”, con una extensión de veintidós hectáreas, fue adquirido el 9 de enero de 1808 por Don Faustino de Mier, padre de Joaquín, son fértiles tierras utilizadas en la siembra de la caña de azúcar con su trapiche y destilería para producir panela y ron, añejado en las bodegas ubicadas en el sótano. Don Joaquín había sido designado capitán de milicias en 1817, casado con la neogranadina Isabel Rovira en 1819. Se adhiere a la causa emancipadora en 1820, sus barcos se utilizaban para transportar armas y pertrechos desde las Antillas.

El Gral. Mariano Montilla en reconocimiento a los servicios prestados, lo asciende a teniente coronel en 1822 y a coronel en 1830, era propietario del buque “Manuel” que trasladó al ilustre enfermo, de la Casa de la Aduana en Santa Marta y de otros inmuebles en la región. Nuestro Libertador había salido de Bogotá el 8 de mayo de 1830 con destino a Cartagena con la idea de embarcarse hacia Curazao, para continuar a Jamaica y Londres, para atender la maltrecha salud, pero no disponía ni dinero para sufragar los gastos, ni aguante físico para soportar  la travesía.

El Libertador le escribe a Don Joaquín el 17 de octubre agradeciendo la gentileza del hospedaje; Don Joaquín se movilizó en la nave “Manuel”, alojándolo inicialmente en la Casa de la Aduana, edificación residencial desde el 1ro de diciembre;  considerada la primera en mampostería en América, decretada en 1975 “Casa de Bolívar”. Llega el 6 a la hacienda-ingenio San Pedro Alejandrino, donde recibirá los cuidados y atención permanente hasta su último respiro por parte del farmacéutico francés con conocimientos de medicina Alejandro Próspero Reverend.

Al siguiente día en un breve recorrido por la hospitalaria residencia, al llegar a la biblioteca, Bolívar Exclamó: ¡Como¡ “Aquí está la historia de la humanidad”; al observar el libro  Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes y Saavedra, expresó su conocida frase: “Jesucristo, Don Quijote y yo, hemos sido los grandes majaderos del mundo”. Don Joaquín estará presente en noviembre de 1842, cuando fueron exhumados los restos del Padre de la Patria por parte del Dr. José María Vargas y Reverend para ser trasladados a Venezuela en el navío “Constitución”.

El ilustre y bondadoso español, continuaría sus labores mercantiles, así como algunos cargos públicos, inclusive  fue designado Cónsul de Cerdeña en  Santa Marta, donde falleció  el 16 de agosto de 1861.

churuguarero777@gmail.com

El 28 de enero  se cumple un año más de la declaración de Independencia de Maracaibo, ocurrida en 1821.

Esa fecha hace proclive recordar la historia regional y el por qué de las aspiraciones independentistas del Zulia. Durante la época colonial, la región zuliana, desde el punto de vista económico, presentaba rasgos que la distinguían del resto de Venezuela. Desde la Colonia, las aspiraciones autonomistas se hacen presentes en la región, y ya en 1793 el propio rey de España, le impartió instrucciones al Virrey Espeleta concediéndole cierta autonomía al gobierno e intendencia de Maracaibo. De 1670  a 1770, el Zulia fue administrado por el Virrey de Bogotá. Algunos historiadores señalan que en 1799 la intención de franceses e ingleses -(era)- apoyar la organización de una República del Zulia bajo el mando de Francisco Javier Pirela. Por otra parte, los zulianos Juan Evangelista González y José Domingo Rus, éste último diputado a las Cortes Españolas en 1812 por la Provincia de Maracaibo, le pidieron al Rey de España que concediera la independencia aduanera y mercantil a Maracaibo. Se debe destacar también que las aspiraciones independentistas en el Zulia no fueron tardías, como algunos historiadores han planteado; la conspiración revolucionaria de la “Escuela de Cristo”, de 1812, es prueba fundamental de ello.

Una vez consumada la Independencia de Venezuela, en 1811, el Zulia mantuvo su adhesión a España y solo será el 28 de enero de 1821 cuando el Ayuntamiento de Maracaibo declara a esta provincia “libre e independiente del gobierno Español, constituyéndose en República Democrática”.

Las interpretaciones de esa Declaración de Independencia pueden enfocarse bajo cuatro aspectos primordiales: 1) Además de la incorporación oficial de la provincia y su ciudad capital a Venezuela, representa una fecha emblemática que encierra el espíritu de autonomía y adscripción del Zulia respecto al proceso de construcción histórica del país nacional. 2) El Zulia, ciertamente, se declara independiente del imperio hispánico y decide integrarse a la unión Grancolombiana en igualdad de condiciones a los otros pueblos que formaban dicha unidad, es decir, Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. 3) Realmente esta fecha marca la definitiva decisión del Zulia de formar parte de Venezuela, destacándose que el compromiso de 1821, se mantuvo, a pesar de todas las tempestades políticas que se registraron durante el  siglo XIX. 4) El 28 de enero de 1821 equivale a la suma del 19 de abril y el 5 de julio nacionales, y ha sido fecha poco valorada en la mayoría de las historias generales de Venezuela e incluso en el Zulia.

Otra propuesta independentista surge en Colombia. En 1858, el General Vicente Herrera, mandatario de Santander (Colombia) concibe la idea de crear el Estado Soberano del Zulia, formado por la Provincia de Maracaibo, parte sustancial de Los Andes Venezolanos, y por el territorio de la antigua provincia de Santander y parte de la Ocaña.

Esta propuesta revela también el sustento del proyecto político y económico concebido, de la realidad de una región histórica; la región de Maracaibo, país bisagra entre Venezuela y Colombia, con una profunda diferenciación del resto del país.

Para 1863, Jorge Sutherland y Venancio Pulgar, firman un documento en el que parece ser la primera y hasta hoy casi desconocida de las Declaraciones de Independencia de Maracaibo con respecto de Venezuela. La causa dominante que signa dicho documento es de tipo político: defender la autonomía local y sus poderes políticos locales del intento centralista. El lenguaje que usan ambos signatarios no llama a dudas: “¡Viva la Independencia de Maracaibo!… ¿Qué pueden unirnos ya a esa República (Venezuela) contradictoria que soporta humillada con la resignación del esclavo vil, una dictadura que se organiza como para ser interminable, sin vergüenza ni temor de la historia? (Sigue): Rompamos los lazos: ¡Proclamemos la Independencia de Maracaibo! ¡tenemos elementos para subsistir por nosotros mismos!.

Años después, en 1868, ante la crisis del gobierno federal, el Presidente y Jefe Militar del Estado Zulia, Jorge Sutherland, firma un decreto que estipulaba claramente que el Zulia reasumía su “soberanía original”, “delegada en los Poderes Nacionales”, hasta tanto cesara la situación de inestabilidad política y se restaurara un régimen de paz en Venezuela.

Un año después, en 1869 y debido a la clara intención del poder central de ejercer control aduanal y político sobre Maracaibo, el entonces Presidente del Estado, General Venancio Pulgar, decide la separación del Zulia de la unión nacional, pone en pie de guerra el Estado e invade a Coro para asegurar las fronteras zulianas.

El autonomismo zuliano no muere en 1869. Todavía en 1891, el Presidente del Estado Zulia, General Rafael Parra, hizo imprimir en Europa estampillas y papel sellado con la inscripción: “Estado Soberano del Zulia”, que fueron recogidos inmediatamente, pero que recordaban que la Independencia del Zulia había sido el 28 de enero de 1821 y no el 5 de julio de 1811.

Todo esto nos lleva a una reflexión: El Zulia ha poseído y posee condiciones económicas que hacen totalmente factible su vida como Estado Soberano, las cuales no es preciso mencionar. Históricamente la región ha hecho sentir su voz  ante las injusticias de los distintos gobiernos centrales.

El sentimiento autonomista del Zulia no ha muerto y aún hoy la lucha continua ya que como dice el historiador Rutilio Ortega: “Las luchas por relanzar el autonomismo regional, por hacerlo más realista, no deben cesar. Los zulianos tenemos tradición soberana y debemos continuar luchado por nuestros intereses”. Asimismo,  Luis Guillermo Govea, decía, ya en la década de los 80 del siglo XX: “estamos pasando una situación muy crítica y… sin dejar de ser bolivariano, pediría que el Zulia se convirtiera en un estado libre e independiente, porque mientras el Zulia más produce y da más a la Nación, más le quitan”.

Para finalizar, dejamos esta reflexión de Rutilio Ortega: “El regionalismo,(debe entenderse),como la defensa y engrandecimiento de Venezuela a partir de acciones y decisiones que emanen de las bases provinciales, de enfatizar el derecho de cada Estado para participar en la construcción de su presente y de su futuro. Entendido así, resultan totalmente justificadas las acciones tendientes a preservar la identidad de los conglomerados regionales y locales, a impulsar la acción ejecutiva de las Gobernaciones y Alcaldías. Por ello, es lícito hacer frente a ese obsoleto y trágico intento de monopolizar al país en función de pocos, de cenáculos de poder conquistados en la región central del país”.

                                                                                                   

                                                                             [Fuente: Boletín de Academia de Historia Nº 50

I Una decisión política transcendental

Hace 193 años, el 28 de enero de 1821, el pueblo del Zulia , asumió su primera decisión política de importancia: tomó la decisión a través del Ayuntamiento de la Provincia de Maracaibo, de declararse “libre e independiente del gobierno español” y “en virtud de su soberana libertad se constituye en  República Democrática  y se une por los vínculos del pacto social a todos los pueblos vecinos y continentales que bajo la denominación de Republica de Colombia defienden su libertad en independencia bajo las leyes imprescriptibles de la naturaleza”. Esta decisión trascendental en la historia del Zulia, es poco conocida y valorada por los zulianos y venezolanos de hoy. Una historia patria escrita con criterios centralistas  así lo ha determinado. Los zulianos debemos tener bien claro, que nuestros antepasados no se sumaron al proceso independentista de Venezuela ni el 19 de abril de 1810, ni  suscribieron el acta de independencia de 1811. Nos incorporamos al proceso independentista entonces, el 28 de enero de 1821, mediante golpe bien planificado por los patriotas locales y los hermanos Delgado, uno de los cuales Francisco, era el gobernador político encargado realista. Bolívar y Urdaneta desde lejos, movieron los hilos conspirativos. Esta decisión de los zulianos fue fundamental en el proceso de independencia nacional, razón por la cual, ha debido ser mejor valorada por los historiadores venezolanos. Gracias a ella, La Torre declaró roto el armisticio firmado el 26 de noviembre de 1820 en Trujillo, entre Bolívar y Morillo, que suspendía la guerra por seis meses; y como consecuencia de todo ello, se emprendió la Campana de Carabobo, básica también aunque no definitiva en el proceso independentista de la Patria. Los zulianos siempre fuimos distintos, antes de la independencia, durante y después de ella. Circunstancias de diverso tipo así lo determinaron. Por ello, nos sumamos al proceso independentista por un camino diferente al acordado por quienes siguieron la senda de la Junta Conservadora de los derechos de Fernando VII en 1810 desde Caracas, y dimos nuestra contribución inestimable no solo a la independencia de Venezuela, sino a la de todo el continente .No estuvimos “ausentes” del movimiento independentista por “buen tiempo”, como han afirmado algunos historiadores, sino esperando el momento oportuno para hacerlo, porque las características de la Provincia de Maracaibo no eran similares a la del resto del país. ¿Por qué entonces nos sumamos al proceso independentista en 1821 y no en 1810 o 1811? ¿Por qué no suscribimos el acta de independencia de 1811? Simplemente, porque éramos distintos y lo hemos seguido siendo, sin que ello desmerite en lo mas mínimo nuestro compromiso con el país.

II Una región histórica diferente

El Zulia es una región venezolana con una definida circunstancia geográfica. Durante la Colonia y hasta 1777, estábamos más vinculados con los territorios hoy colombianos, que con los que forman nuestro país. Solo quedamos definitivamente unidos a  Venezuela desde que Carlos III negara la petición del Ayuntamiento de Maracaibo, de que se le reintegrara al Virreinato de Nueva Granada. Elementos geográficos obligaron a Maracaibo a tener una hermética existencia, entre tres cadenas montañosas y solo con un cordón umbilical hacia el mar: la barra de nuestro lago. Fue nuestra única comunicación con América y el mundo en general. Por ello los zulianos y en especial los maracaiberos, no teníamos las mejores posibilidades de estar informados sobre las ideas y movimientos que se sucedían en el resto de Venezuela y el mundo. Solo una elite de criollos o peninsulares estaban al tanto de lo que acontecía. Los revolucionarios maracaiberos, tenían profundas dificultades para predicar y convencer al pueblo llano de incorporarse a los cambios profundos que estaban en gestación. Por otro lado, cuando se produce la integración político-administrativa de Venezuela, a partir de 1777, a solo 33 años del movimiento independentista del resto de Venezuela, la Provincia de Maracaibo llevaba tres siglos desarrollando sus medios de producción y de vida. Éramos ya una región histórica, con dinámica propia, distinta a la del resto de Venezuela. Teníamos nuestros propios “modos de hacer, de vivir y de creer” como lo afirma Marlene Nava. Dentro de la unión venezolana llegamos a tener la mayor conciencia del ser regional, de su diferenciación, como lo sostiene R. Ortega. En esa región histórica había una élite muy celosa de su autonomía e identidad que no estaba dispuesta a perder sus privilegios y el liderazgo  que ejercían en la producción y comercio del occidente venezolano. Esa elite fue además muy bien manejada por personajes como Fernando Miyares, gobernador y luego Capitán General de Venezuela, pues era hombre pródigo en cordialidad y sabia sembrar la hispanidad en la región. Había construido además un entramado familiar y económico con la elite maracaibera, todo lo cual fue un freno para la decisión de esa sociedad a favor de la independencia en 1810 y 1811. Por ello, no se veía con confianza a un proceso político inédito, dirigido desde Caracas. Desde allí se vendía la idea de una sola patria unida y fuerte, pero en beneficio del centro y no de las provincias. Nuestro gran historiador R.M Baralt afirma que para 1810, Maracaibo era la única ciudad de Venezuela que competía con Caracas, tanto en comercio, como en cultura y riqueza.. Expresó que Maracacibo, siempre mantuvo “un secreto deseo de separarse del gobierno de Caracas”. Y José Domingo Rus, maracaibero diputado a las Cortes de Cádiz en 1812, planteó allí la creación de la Capitanía General de Maracaibo, independiente de  Caracas. En el fondo, los zulianos anhelaban la independencia, pero por otro camino, porque éramos y somos diferentes. Además, siendo la Provincia de Maracaibo clave para el gobierno español, aquí había un ejército importante, sobre todo, si consideramos que para comienzos del siglo XIX la población de Maracaibo llegaba solo a 20.000 habitantes aproximadamente. Ese contingente acantonado en Maracaibo era capaz de enfrentar a cualquier enemigo proveniente del resto de Venezuela o de la Nueva Granada, como lo afirma Vinicio Nava Urribarri. Según Márquez Morales en 1799, cuando el levantamiento de Pirela, habían 400 veteranos; en 1810 las milicias del  Gobernador Miyares llegaban a 900 efectivos y ya para 1819 el Gobernador Montenegro y Colón  contaba con 1200 soldados. Por las razones citadas, no fue fácil para quienes liderizaban el movimiento independentista nacional actuar sobre Maracaibo. Esta provincia era distinta. Se le dio prioridad  a otras e incluso a la Nueva Granada. En esta tierra no solo permanecía escondido  todavía el oro negro que nos haría famosos en el siglo XX, sino un espíritu libertario que comienza a manifestarse desde 1799, hasta que aflora definitivamente para no ocultarse nunca, el 28 de enero de 1821.

III Las manifiestas tendencias y propósitos de independencia

Esta Provincia de Maracaibo entonces, no se mantuvo ausente del movimiento emancipador, iniciado en Venezuela desde fines del siglo XVIII, como sostienen algunos historiadores. Durante el primer cuarto del siglo XIX fueron múltiples las acciones para enfrentar al régimen monárquico, pero no estaban dadas las condiciones objetivas para su participación más amplia, que si se dieron en el centro  y oriente del país, para declarar la independencia  e iniciar la lucha armada para conquistarla. Así, en febrero de 1799, en la Villa de Santa Rita intentan deponer de su cargo a don Bernardino Oquendo  Teniente de Justicia Mayor. En marzo de ese mismo año, Francisco Javier Pirela mulato de Maracaibo encabeza una revolución, que fue delatada y que según se le informa al  Capitán General Guevara y Vasconcelos, “era una sublevación contra el régimen español, para establecer la Republica”, como lo sostiene Ocando Yamarte en su historia del Zulia. Más recientemente A. Lombardi Boscán en brillante investigación, es escéptico en otorgarle algún tipo de contenido político a este complot. Medina Chirinos, en cambio, considera que la revolución de Pirela era la continuación de la de Gual y España y la de Cartagena. Para Nava Urribarri, en 1801 las mujeres republicanas de Maracaibo llevan a cabo una campaña de panfletos y propaganda verbal en los templos y desde los postigos de las casas de familia. En diciembre de 1808 circuló un manifiesto conspirativo en la esquina de la Administración del Correo suscrito  por “Los hijos de Maracaibo”. Como lo afirma Ocando Yamarte, “En Maracaibo se escondía una corriente republicana muy decidida”. Miyares por eso lo calificó de pasquín y pretendía hacer creer que era una acción individual, para ocultar que existía un movimiento contrario a la monarquía. Algunos historiadores afirman que cierta relación tuvo que existir entre los revolucionarios de Caracas y Maracaibo en aquellas fechas, pues el 24 de noviembre en Caracas, fueron apresados el Marqués del Toro, los Tovar, José Félix Rivas y otros. Millares Carlo cita tres intentos a favor de la independencia en Maracaibo en los años 1810, 1811  y 1812, aportando, como bien sabia hacerlo, pruebas documentales. El primero pretendía tomar los cuarteles, apresar al Gobernador Miyares y embarcarlo para Cuba.  El segundo, que Ocando Yamarte califica de “revolución abortada de Maracaibo”, puso de manifiesto que en esta ciudad “ardía subterráneamente la subversión a favor de la independencia”, y aparecían como lideres Juan Evangelista González y José Meza. El tercero en 1812, pone igualmente de relieve que el espíritu de independencia había calado en Maracaibo. Cada día se captaban  más partidarios. Se urdió un plan para actuar sobre la ciudad con el fin de tomar los cuarteles, cárceles, deponer al gobernador y formar un gobierno unido al de Caracas. La fecha del golpe seria el 14 de febrero, pero hubo un traidor y el gobernador frustró las acciones planeadas. Los comprometidos fueron remitidos a Puerto Rico. Según Ocando Yamarte, este movimiento es el que suelen equivocadamente ubicar el 26 de marzo como surgido en “la Escuela de Cristo” que se reunía en la ermita de Santa Ana para promover igualmente la independencia. Gibraltar se alza en 1813 bajo el liderazgo de Juan Evangelista González, quien extiende sus actividades revolucionarias a Trujillo, Mérida y  Táchira. Un huracán en Maracaibo el 25 de Julio de 1813 pone de manifiesto el clima revolucionario existente, cuando los capuchinos de la iglesia de San Francisco, como lo expresa Márquez Morales, vociferaban que ese fenómeno “era castigo de Dios por las manifiestas tendencias y criminales propósitos de independencia de los maracaiberos”. En mayo de 1814, poco tiempo después de marcharse el gobernador  Fernando Miyares, los rumores ponen de manifiesto un plan para asesinar al comandante realista Ramón Correa y a 350 españoles, derrocar al gobierno y proclamar la Republica. Nuevo intento revolucionario ocurre en marzo  de 1817. Se proyectaba volar el almacén de pólvora contiguo al Cuartel de Veteranos. Una nueva delación impidió esta revuelta y muchos de sus promotores fueron a prisión. Pero mientras el tiempo transcurría, las condiciones objetivas para la incorporación de Maracaibo al proceso independentista  se hacían más favorables. Cada vez esa corriente republicana crecía y se hacía más decidida. Solo faltaba un empujón final.

IV La liberación de Maracaibo: objetivo fundamental de la estrategia patriota

La liberación de Maracaibo se convirtió entonces en un objetivo fundamental de la estrategia revolucionaria, especialmente después de dos sucesos del año 1819: la liberación de la Nueva Granada y la creación de la Gran Colombia. Se inició por ello, la denominada Campaña de Maracaibo. Bolívar deseaba ardientemente la toma de esta ciudad, para lo cual contaba con el apoyo entusiasta de Rafael  Urdaneta. En Angostura (1819), otorgó recursos al General Montilla, para que se encargara de cubrir la parte oeste de Maracaibo. Bolívar en persona estaba dispuesto a activar “la toma de Maracaibo”. Urdaneta actuaria por el este. Ocando Yamarte dice que era “la operación tenazas sobre Maracaibo”. El Libertador empuja a Montilla hacia esta. Le expresa al Vicepresidente Santander, que colabore con Urdaneta pues de  ello “depende la salud de Nueva  Granada”. Maracaibo se convirtió en una obsesión para Bolívar. En abril de 1820 Urdaneta estaba en Apure con 1000 veteranos y el General Lara corría a Ocaña a reunirse con el General Carmona para cooperar con Montilla en la toma de Maracaibo. Bolívar se dedico a esta campaña, estableciendo  su cuartel en la Villa del Rosario de Cúcuta. Se empeño en la construcción de una flotilla en el rio Zulia para llevar una expedición a Maracaibo, si fallaban los planes de Lara o Montilla. Pero La Torre, General realista de las tropas de Morillo, se asentó en la Grita. Bolívar se preocupó. La Torre no se movía a pesar del paso del tiempo. Bolívar solo esperaba  a Urdaneta para atacarlo. En mayo de 1820, el Libertador decide que dos batallones marchen hacia Ocaña, para concentrar allí las tropas que por el occidente operarían sobre Maracaibo. Las características geográficas de la ciudad dificultaban las acciones. Requería noticias sobre las tropas de ambos bandos. Montilla estaba ya en Valle de Upar con 500 hombres. Lara tenía la orden de atacar por Perija. En junio poco habían cambiado las cosas. Bolívar no se decidía a desalojar a La Torre, a pesar de que este envió refuerzos a Maracaibo. La ciudad estaba asediada por todas partes. Urdaneta salió el 22 de junio hacia la Grita. Las autoridades realistas sentían peligro especialmente por occidente. La Torre y Morillo las protegían por el sur y el este. Envían tropas realistas a Santa Marta para atacar en conjunto a los republicanos, pero Montilla  enfrenta con éxito ese intento. Bolívar en junio creía que Montilla o Lara tomarían a Maracaibo en tiempo perentorio. Pero ello no fue posible. Se enteró por un baquiano del rio Zulia, que habían sido derrotados. La Torre había bloqueado el sur pero estaba ya en problemas. Maracaibo y Morillo le pedían auxilio. No se movía, pero Urdaneta con 2.000 hombres iba tras él para desalojarlo de la Grita. Aunque Urdaneta no pudo nunca llegar a Maracaibo, los patriotas de la ciudad se comunicaban constantemente con él  a través de emisarios. Pero mientras la Campana de Maracaibo seguía  su curso, un suceso inesperado interrumpe las acciones. Un golpe dado en España por quienes encabezaban las tropas que iban a ser enviadas como refuerzo a América, obligó por los momentos a Fernando VII a transigir con las ideas liberales. Morillo se sentía consternado  al recibir la orden del rey de proceder con los rebeldes de manera pacífica. Envía a Bolívar una comunicación planteándole la firma de un cese de hostilidades durante un mes. Miguel de La Torre le reitera al Libertador tal solicitud. Bolívar acepta la tregua pero plantea adicionalmente el reconocimiento por España de la República de Colombia. Se inician las negociaciones para la firma de un tratado de regularización de la guerra. El Libertador no pierde esa oportunidad para mejorar las posiciones y organizar mejor al ejército patriota. En octubre, toman la ciudad de Trujillo y anteriormente habían ocupado Mérida. El 25 de noviembre terminan las negociaciones con los españoles para la firma del tratado. Se acordó un armisticio de seis meses prorrogable y el tratado de regularización con el fin de reducir loa atropellos de parte y parte y establecer normas para el tratamiento de prisioneros, heridos y muertos. Al día siguiente, en entrevista memorable  en la ciudad de Santa Ana (Trujillo) Morillo y Bolívar firman los acuerdos mencionados, en la misma casa en la que éste, siete años antes, había emitido el decreto de Guerra a Muerte. El General Morillo el 17 de diciembre  se embarca definitivamente para España, dejando al frente de las fuerzas realistas al General Miguel de La Torre. Este hecho inesperado, para ambos bandos, había paralizado, por lo menos en apariencia, la Campaña de Maracaibo. Y digo en apariencia, porque ya era muy difícil detener las ansias de libertad de los patriotas de Maracaibo.

Maracaibo al fin libre e independiente del gobierno español

El armisticio permitió avivar las fuerzas de comunicación entre los revolucionarios para la toma de Maracaibo. Esa comunicación tenía un  eje indiscutible: el General Rafael Urdaneta, comandante en jefe  de la División de la Guardia, con jurisdicción límite, de acuerdo al Tratado, desde Barinas siguiendo una línea hasta Moporo en la orilla del lago de Maracaibo. Su ejército estaba compuesto por 4 escuadrones de caballería y varios batallones, al frente de uno de los cuales estaba el teniente –coronel José Rafael de las Heras, quien como Urdaneta estaba muy vinculado con Maracaibo. El Libertador había viajado a Bogotá. Las comunicaciones de los patriotas con Urdaneta se multiplicaron con excusas de diferentes motivos. Ocando Yamarte llama a esos movimientos “los viajes de la independencia”. Para enero de 1821, Maracaibo estaba gobernada por Francisco Delgado, como Gobernador Político Intendente y Comandante Provisional, en sustitución de Don Feliciano Montenegro, quien según Besson, abandonó su cargo, por haber Morillo reconocido la Constitución de Cádiz. Delgado era un zuliano de méritos, que había llegado a altas posiciones en el gobierno realista, a pesar de no ser español de nacimiento. Tenía dos hermanos, José María y Juan Evangelista, decididos republicanos. En Gibraltar, al frente del Ayuntamiento estaba un patriota de larga tradición: Juan Evangelista González. Su comunicación con Urdaneta y Bolívar era permanente. Urdaneta les ayudaba moral y materialmente. El 26 de enero los patriotas de Maracaibo realizaron una reunión decisiva, donde se planificaron los pasos a dar. El golpe se daría cuando se tuvieran noticias de que las tropas republicanas estaban ya en camino , para darle apoyo a la decisión que tomaría el Cabildo. Urdaneta envió al batallón Tiradores comandado por Heras, quien debían embarcarse en Gibraltar. Sería el soporte militar del pronunciamiento. Bolívar no podía pronunciarse ni actuar por la vigencia del armisticio. Delgado y González se habían puesto de acuerdo. Seria González desde Gibraltar quien enviaría el pliego revolucionario con una moneda de santo y seña, obedeciendo las instrucciones del General Urdaneta. La noche del 26 de enero, la señora Dolores Moreno, en la Rita, recibió el documento y la moneda. Al único batallón que podía crear problemas, el Balcárcel, se le sacó del  juego con una orden falsa de parte de La Torre. Se le movilizó hacia Coro. El Gobernador  Delgado el 27 de enero por la noche, envió a Antonio  Castro, esposo de Dolores Moreno a  buscar noticias a la Rita. Inmediatamente  se devolvió con el pliego y la moneda que tenía su esposa. A las 3 am del día 28 se los entregó a Francisco Delgado. La organización acordada se puso entonces en movimiento. El pueblo se fue hacia el Ayuntamiento y éste reunido en Cabildo Abierto en la Sala Consistorial, decidió “declarar como declara al pueblo de Maracaibo, libre e independiente del Gobierno español, cualesquiera que sea su forma desde este momento en adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en República Democrática y se une con los vínculos del pacto social  a todos los pueblos vecinos y continentales , que bajo la denominación de República de Colombia defiendan su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la naturaleza”. Se depositó el poder en Francisco Delgado “a nombre del gobierno político, militar  e intendencia para que sostuviera su libertad e independencia y cuidara de su seguridad y tranquilidad”. Delgado inmediatamente informó al Libertador de lo acontecido. En los acontecimientos habían actuado las tropas de la guarnición y también el pueblo, en todos los estratos sociales. Delgado anotó, que habían testificado la adhesión a la República incluso españoles y criollos,  “que antes fueron prosélitos de la opresión”. Así mismo, se informo al General Rafael Urdaneta. Le agradecieron sus “delicadas atenciones” y le invitaban a hacerse presente en Maracaibo que había conseguido su libertad  “bajo la inmediata protección de su benemérito hijo”. Era evidente que Bolívar y Urdaneta habían fraguado la toma de Maracaibo, retrasada un tanto por la firma del armisticio. El día 30 de enero, ya las tropas de Heras se hicieron presentes conducidas por Tomás Vega y Manuel Castro. Para ese momento, los realistas aun dominaban en Pasto, Cartagena, Santa Marta, Coro y en Caracas, pero habían perdido a la Provincia de Maracaibo. Eso era un golpe mortal para el dominio español en nuestra patria, como muy pronto se pondría de manifiesto.

VI Las importantes consecuencias del 28 de enero de 1821

El pronunciamiento de Maracaibo entonces, no es solo una fecha de trascendental importancia para el Zulia, sino para toda Venezuela. En cuanto al Zulia, como expresa Morales Manzur. “esta fecha marca la definitiva decisión del Zulia de formar parte de Venezuela, desatancándose que el compromiso de 1821, se mantuvo, a pesar de todas las tempestades políticas que se registraron durante el siglo XIX.” Y en cuanto a Venezuela, la primera consecuencia fue su efecto sobre el armisticio acordado en noviembre del año anterior. Bolívar y Urdaneta estaban en una posición delicada. Urdaneta desde Trujillo da una primera explicación a Miguel de La Torre. Le expresa que el pronunciamiento es “obra del pueblo de Maracaibo”. Lamentaba que la decisión del pueblo hubiera sucedido en tiempos de paz, pero que él no podía desatender  “las súplicas de los habitantes de Maracaibo”, que solicitaba acogerse a la protección de las armas de la República. En su fuero interno Bolívar estaba jubiloso, a pesar de que los acontecimientos del 28 de enero pudieran ser motivo para el rompimiento del armisticio. Reconocía que Maracaibo, que una vez más demostraba ser diferente, hubiera logrado sus propósitos sin los “males y sacrificios de la guerra”. Felicitó a Urdaneta por la prudencia con la que había conducido el asunto. Encomendó a Montilla vigilar las tropas realistas que habían salido de Maracaibo hacia Rio Hacha. Los españoles reaccionaron como era de esperarse. La Torre pretendía que Urdaneta retirara las tropas de Maracaibo. Bolívar también dió explicaciones a La Torre y “desaprobaba” el avance de Heras a Maracaibo. Argumentaba que el  análisis del acta del pronunciamiento eximia al gobierno de toda responsabilidad. Según Bolívar, ningún gobierno podía oponerse a la decisión libertaria de un pueblo, y además, en el armisticio, ninguna clausula impedía amparar el derecho de aquellos pueblos que se “acojan al gobierno de Colombia”. La Torre no aceptó ninguno de los argumentos presentados. Pretendía que salieran  de Maracaibo las tropas que se habían enviado. Pero ni Bolívar ni Urdaneta, que habían hecho una jugada maestra, estaban dispuestos a ceder. Para proteger mas a Maracaibo, Bolívar ordena a Urdaneta el 3 de marzo ir a su ciudad natal, como Comandante en jefe de la Guardia, para cuidarla y protegerla. Ningún enemigo debía penetrar la ciudad. Por todo ello, entre marzo y abril de 1821 se reanudaron las hostilidades entre patriotas y realistas y se inicia la  Campaña de Carabobo. Entre tanto, el Congreso Constituyente de Cúcuta en mayo de 1821 crea el Departamento Zulia integrado por las provincias de  Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo, cuya capital era Maracaibo.  Ese mismo mes, Bermúdez derrota a los realistas en el Guapo. Urdaneta en occidente vence en Casigua y el 11 de mayo entra a Coro. El 15, las tropas de Bermúdez entran a Caracas y  el 25, Cruz Carrillo toma Barquisimeto. Páez sale de Achaguas hacia Guanare. La Torre se retira hacia el lago de Valencia para defender a Puerto Cabello y detener en la llanura de Carabobo los avances patriotas desde occidente. Pero le fue imposible, pues el 24 de junio las fuerzas de Simón Bolívar, con la participación de Páez, Cedeño, Farriar y Ambrosio Plaza vencen a Miguel de La Torre en la Batalla de Carabobo. Esta batalla, aunque no sellaba definitivamente la independencia de Venezuela, si fue decisiva en ese propósito. Todo ello fue acelerado, como consecuencia del Pronunciamiento de Maracaibo el 28 de enero de 1821. Pero los españoles, no daban su brazo a torcer. Seguían  en la lucha y para ellos Maracaibo era fundamental. Desde inicios de 1822 Lino de Clemente Intendente del Departamento Militar tuvo que enfrentar  alzamientos. La independencia de Maracaibo enfrentaba peligros, aunque el Intendente los negara. En abril, Tomás Morales llegó a los Puertos de Altagracia, donde estaba Heras organizando una expedición hacia Coro. Allí estableció su cuartel general. Se dispuso a sitiar a Maracaibo por el norte y el sur. En esos combates muere Heras, quien había sido clave en el Pronunciamiento. Morales persiste en tomar la ciudad y desde Puerto Cabello se viene al Zulia, desembarcando en Cojoro con 1500 hombres en agosto. Vence al Teniente Coronel Francisco Farías en Sinamaica  en septiembre, mientras engrosaba su ejército. Morales vence a Castelli cerca del rio Limón. Entra a Maracaibo el 7 de septiembre de 1822, en medio de la consternación del pueblo. Se empeñó en castigar a la ciudad. Según R.M Baralt, al verse “dueño de Maracaibo, expidió un decreto imponiendo pena de muerte y confiscación a los extranjeros que se consiguiesen con armas en la mano”. Fueron días de barbarie para cobrar a Maracaibo su pronunciamiento de enero de 1821. Mueren muchos jóvenes y lideres fundamentales, como el coronel Francisco Delgado y su hermano Nepomuceno. En esos días aciagos, por su valor, pasa a la historia nuestra heroína Ana María Campos. Pero Maracaibo, después del 28 de enero de 1821, estaba dispuesta a ser siempre libre e independiente. Los jefes republicanos inician el denominado bloqueo de Maracaibo. Unen sus esfuerzos Mariano Montilla jefe del Departamento Militar de Rio Hacha, Manuel Manrrique Comandante del Departamento Zulia y el Capital de Navío José Prudencio Padilla, Comandante General de la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia, quien tenía apenas 28 años. Después de nueve meses de luchas, se dio la gran batalla del 24 de julio de 1823, batalla naval, donde la flota patriota estuvo al mando de Padilla, quien venció a Ángel Laborde y Navarro. Con esa  batalla en las aguas de nuestro lago, se sella definitivamente la independencia de Venezuela, aunque asi no lo reconozca la historia escrita desde el centro. El 3 de agosto de 1823, Francisco Tomas Morales  firma el acta de la Capitulación, como último Capitán General de España en Venezuela, a donde regresa.

En consecuencia, después del 28 de enero de 1821, solo once meses mas estuvo Maracaibo privada de libertad, para nunca más estarlo hasta el día de hoy. Lo acontecido en el Zulia ese día de enero, marcó para siempre nuestro compromiso con la independencia y libertad y desencadenó la lucha final por la independencia nacional. Y como bien lo expresa Ocando Yamarte en su historia, “si bien Maracaibo fue la última en entrar en la lucha a favor de la República, también fue la última en soltar las armas de la libertad”.

VII Rescatemos la importancia del 28 de enero de 1821

Por todo ello, el 28 de enero de 1821 es una fecha a la que los zulianos y venezolanos debemos dar la importancia que merece. Ya lo hace nuestro escudo, que solo recoge dos fechas: el 24 de agosto de 1499 cuando Ojeda descubrió el golfo y lago de Maracaibo; y el 28 de enero de 1821, cuando la Provincia de Maracaibo decidió independizarse del gobierno español. Para Morales Manzur “equivale a la suma del 19 de abril y el 5 de julio nacionales y ha sido fecha poco valorada en la mayoría de las historias generales de Venezuela e incluso del Zulia”. De allí que este Cuerpo, heredero de aquel que en  Cabildo Abierto en la Sala Consistorial, en esta ciudad, con su Presidente y  Regidores, Sindico, Procurador y Secretario  decidieron “poner o restituir al pueblo en el uso y goce de la libertad soberana”, cada año a partir de este momento, debería realizar una sesión solemne para conmemorar tal acontecimiento y reflexionar sobre el presente y futuro del Zulia. Y así mismo, propongo a este Cuerpo, cuando solo faltan siete años para la conmemoración de los dos siglos del Pronunciamiento de Maracaibo por la libertad, designe una comisión amplia y plural, que con tiempo suficiente, en conjunto con los funcionarios de este municipio y con las demás ramas del Poder Público, planifique las actividades y obras con las que deben recordarse los doscientos años de la incorporación del Zulia al proceso  independentista  venezolano en el 2021. Este municipio además, adelantándose a estos acontecimientos, debería plantear al Poder Ejecutivo y Legislativo del Zulia, que se decretara como día feriado en toda la jurisdicción del Estado, al 28 de enero, cumpliendo claro está, con las disposiciones legales sobre la materia. Es bueno recordar, que solo en el año 2002, el exgobernador Manuel Rosales, decretó como día de júbilo la celebración del 28 de enero, al que se denominó “Día de la zulianidad”. Por otra parte, quiero recordar a este Ayuntamiento, que cuando se cumplieron 166 años del “Pronunciamiento del Ayuntamiento de Maracaibo sobre su independencia y anexión a la Gran Colombia” como expresaba el Acuerdo que traigo a colación, este Municipio acordó  dar el nombre de Paseo 28 de Enero al actual Paseo Ciencias. En el mismo documento se aprobó además, “erigir un monumento conmemorativo en el referido Paseo”. El  Acuerdo fue firmado por Carmen  Ramona Morán Vera como Presidente encargado y Aura Velázquez Pérez como Secretaria. En el Paseo, en acto celebrado al efecto, se dejó constancia de ello, con una placa conmemorativa. Hoy, el gobierno del estado Zulia adelanta una remodelación de ese espacio urbano, y es el momento para que el Municipio Maracaibo intervenga, en base a las competencias constitucionales y legales que tiene en materia de patrimonio histórico, parques, jardines, plazas y en materia de nomenclatura y ornato público, con el fin de hacer realidad lo que decidió este Cuerpo hace 27 años. En el nuevo Paseo, al que se le quiere dar el nombre de Paseo de los Libertadores, la fecha del 28 de enero de 1821  y los nombres de quienes participaron, tanto en el pronunciamiento, como en la batalla naval de 1823, no deben ser ignorados. La historia de Venezuela y los monumentos que la recuerdan, no puede pasar por alto lo acontecido en cada una de las  provincias que constituían nuestro territorio a principios del siglo XIX, porque Venezuela éramos todos. Ese paseo debe denominarse entonces Paseo 28 de Enero.

VIII En defensa permanente de los “nativos fueros”

Apreciados señores:

Por todo lo expresado, es evidente que el Zulia ha sido siempre una Patria muy particular. Siempre hemos sido distintos. Hemos tenido nuestra propia fisonomía, antes y después del 28 de enero de 1821. Sin embargo, como bien lo expresó el Dr. Rafael Caldera en discurso memorable en la Universidad del Zulia en 1958, “no se puede tener cabal idea de lo que Venezuela constituye como estructura nacional y de sus potencialidades futuras, sin apreciar lo que es el Zulia y lo que significa en la vida venezolana”. Desintegrada la experiencia de la Gran Colombia aceptamos con discrepancias el modelo de estado de la Constitución de 1830 y desde ese momento, comenzó la lucha por  nuestra autonomía político-territorial, dentro de un estado federal bien entendido. Desde el siglo XIX hasta hoy, nunca el Zulia ha dejado de enfrentar a las autocracias y a los autócratas que hemos tenido. Hoy, doscientos tres  años  después de la declaración del 5 de julio de 1811 y a ciento noventa y tres años del Pronunciamiento de Maracaibo a favor de la independencia nacional, seguimos defendiendo con calor la autonomía de los estados y municipios, consagrada en la Constitución de 1999, ante cualquier acción que pretenda desvirtuarla. En estos momentos, los maracaiberos y todos los zulianos debemos defender las competencias y recursos del estado Zulia, de sus municipios y de sus parroquias. Hoy más que nunca entonces, debemos avivar el espíritu de zulianidad que llevamos en la sangre. En esta hora crucial para el país, debemos reafirmar los principios y valores que han servido de fundamento al Estado que nos dimos hace dos siglos, y que nadie tiene derecho a menoscabar: la libertad, la justicia, la igualdad, la vida, la democracia, la ética, el pluralismo político, y el federalismo. Inspirados en el espíritu  que animó a los patriotas de Maracaibo del 28 de Enero de 1821, llegó la hora de defender con fuerza y convicción lo establecido en el artículo 2 de la Constitución del estado Zulia: el derecho a la autonomía, como base de su autogobierno, dentro del estado federal descentralizado consagrado en la Carta Magna. Ese autogobierno, no puede circunscribirse solo a unidades socioterritoriales sin autonomía, manejadas desde el poder nacional porque previamente requiere de la autonomía político territorial. Ello además es antihistórico e inconstitucional. Hoy, la zulianidad que siempre nos ha hecho distintos, debe ser la fuerza que nos guíe en la defensa de eso que Udón  Pérez llamó “los nativos fueros”. Y recitando la última estrofa de su himno, que es también el nuestro, como homenaje a quienes nos dieron la libertad hace ciento noventa y tres años, le reitero al Zulia que:

¡ Jamás, jamás los déspotas

o la invasión taimada,

la  oliva por la espada

te  obliguen a trocar;

y sigas en la cúspide

triunfante como eres,

rumores de talleres

oyendo sin cesar:

en vez de los clarines

i el parche militar!

                                                                                            Referencias.

Besson Juan, Historia del Zulia, ediciones de la gobernación del estado Zulia, Fondo Editorial Dr. Raimundo Andueza Palacios

Ocando Yamarte Gustavo, Historia del Zulia, Primera Edición, Caracas 1986, Editorial Arte.

Nava Marlene, Discurso de incorporación a la Academia de Historia del estado Zulia, Maracaibo y la Independencia de Venezuela

Nava Urribarri Vinicio, el Zulia que no debe olvidarse en la Venezuela heroica, agosto de 1999; el Zulia glorioso, ediciones de; xxv aniversario de la Academia de la Historia del estado Zulia (2000); y Crónicas y Ensayos históricos sobre el Zulia, ediciones En Voz Alta 2012.

Márquez Morales, Antonio discurso de incorporación a la Academia de Historia del estado Zulia,  La Lucha de Maracaibo por la independencia, 2007.

Guevara Baro Manuel, Venezuela en el tiempo, los libros de El Nacional 2007.

Lombardi Boscan Ángel, Conspiración de Maracaibo 1799, Universidad  Católica Cecilio Acosta 2009.

Sánchez Melean Jorge, discurso de incorporación a la Academia de la Historia del estado Zulia, El Zulia: un estado región con vocación nacional, mayo 2008.

Hernández, L. G. y J. A. Parra, Diccionario General del Zulia, banco occidental de descuento, Maracaibo 1999

Millares Carlo Agustin, Maracaibo y la independencia de Venezuela (1810-1812)

Morales Manzur Juan Carlos, Exposición en la Academia de Historia del estado Zulia, El Zulia: independencia y autonomismo. Enero 2014.

Cualquiera puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla
» Oscar Wilde  (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés

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